jueves, febrero 2

Añoranzas

Hoy, tomé café y, como nunca, herví leche para acompañarlo: pensé en ti. Recordé esos lonches de domingo o de otros días en los que pedías leche bien caliente para tu café, en que cortabas tu pancito y comías tu tamal feliz ofreciendo tus salchichas favoritas y hasta tu pan. Recordé el último día de la madre, desayunando juntos, tu sorpresa a la gorda y tus ojos acompañando la emoción de tu voz entrecortada. Te recordé como te recuerdo seguido cuando huelo café, veo una camisa de mangas cortas o un pantalón marrón, te recordé como te recuerdo seguido: feliz, sonriendo, contando historias que te gustaba repetir, escuchando lo que querías escuchar y disfrutando, siempre disfrutando.
Te recuerdo siempre cuando disfruto, cuando lloro y disfruto llorar, cuando como y gozo comiendo, cuando abrazo y cuando río, cuando te recuerdo, cuando camino y me asombro por cosas que parecen cotidianas, cuando aprendo, cuando defiendo una idea y cuando me canso y decido no volver a andar hasta que elijo andar de nuevo.
Extrañarte no estaba en tus planes, ni en los míos, pero te extraño, viejito, extraño tus preguntas repetidas y tu uña dañada por un tigre, tu café con leche y tus chilcanos, nuestras siestas y tus tardes de sillón, tu audífono y tu sordera selectiva, tu fascinación por la comida y por la vida, gracias por aprender conmigo y por recordarme que me asombre y que disfrute, por ayudarme a vivir feliz.