martes, diciembre 6

Inescribible

Hay sensaciones sobre las que no se puede escribir, porque a las palabras, por fascinante que sea su existencia, les falta un trocito de vida que deje decir, que haga decir eso que ahora sientes colmando tu panza, tus hombros y las yemas de tus dedos, que percibes en tus cejas, en los pies y en algunos de los lunares de tu piel. Todavía las palabras no existen lo suficiente como para decir eso que te perturba al despertar, que evita que duermas incluso cuando tienes sueño, todavía no saben decir lo que cada parte de ti parece gritar.

Y yo...yo todavía no sé escribir eso que sé que quiero decir, porque, como a las palabras, me falta un trocito de vida que me haga decir, que evite que calle.

lunes, octubre 17

-vida-

Hoy, caminando, volví a ver a Conrado, trepado en una moto, con sus manos tomando firmes el timón, los zapatos que usaba siempre, sin medias, como, en días de mucho calor en verano, alguna vez lo vi. Tenía un casco y, probablemente, unas piernas un poco más gordas -tal vez, debería decir menos flacas-, algunas arrugas menos y ninguna marca visible de alguna operación en la piel, pero tenía el mismo brillo en los ojos que él, sus mismas ganas de vivir, porque si algo tenía Conrado eran esas incesantes ganas de vivir que hoy vi en un abuelo que, tal vez, no tiene una nieta que vaya a extrañarlo o que, tal vez, no es abuelo. 
Hoy, volví a recordar que ya no tendremos más lonches y que no volverá a pedirme más leche caliente con un chorrito de café, que nunca más le haré un chilcano antes de almorzar tarde un domingo, hoy, de nuevo, sé que mi Conrado favorito ya no está, que ya no desaparecerá en medio de mi siesta para ir al baño, que ya no me ofrecerá las salchichitas que tanto le gustaban o su pan favorito, ya no discutirá con Vilma, ni se escapará por fruta, ya no irá a vigilar su café o a cosecharlo. Hoy, hace un tiempo, Conrado ya no está, apagaron sus ganas y su voz, pero hoy, desde hace varios años, sus historias me hacen compañía.

martes, octubre 11

vivir

Siempre habrán momentos en los que, por un instante, podremos convertir el tiempo en eternidad y regalarnos libertad, hacer lo que queremos hacer sin complicarnos más y vivir, por ese eterno instante, vivir todo lo que nos hace falta vivir, lo que nuestro ser ruega a gritos vivir, experimentar; tal vez, haga falta un poco de coraje, ausencia de miedo y ganas de libertad, pero, una vez que decidamos, nos regalaremos eternidad, eternidad y, lo más importante, libertad.
Me pido siempre regalarme eternidad dejando el miedo a un lado, no forzarme y escuchar a mi sinceridad, me pido siempre darme instantes eternos para atesorar.

sábado, septiembre 24

Conrado querido

Cierro los ojos, retrocedo un par de pasos y el agua cae sobre mí, golpeando fuerte mis hombros, ensordeciendo mis oídos y lo escucho: finalmente, hay silencio, no me oigo pensar, ni la música, ni el viento, ni a los vecinos, ya no oigo nada y mis lágrimas caen sin escándalo, mi llanto es libre. Vuelvo a salir esos dos pasos, abro los ojos y, de nuevo, oigo todo: el agua sobre mi espalda, la música, el viento, a los vecinos y mi llanto, oigo a mi llanto gritar y todo vuelve a ser real: ya no está. 
Y, sobre la realidad, no hay caída de agua que ensordezca a mis oídos, que me haga cerrar los ojos y no ver que no está, que, hoy, se apagó su energía, que hoy su vida y sus ganas se agotaron, que su chispa ya no es más, no hay agua que me impida ver que no nos dijimos nunca ese adiós, aunque nos lo dijimos tantas veces, no hay caída de agua que calle que, cuando vaya a buscarlo a su casa, ya no estará, que sus historias ahora solo existen en quienes las escuchamos y no hay caída de agua que me diga cómo será no verlo nunca más, no abrazar su cuerpo flaco una vez más, no hay caída de agua que sepa cuánto lo voy a extrañar.

Hoy, se fue mi Conrado favorito (tal vez porque no tengo otro Conrado) y murió en paz, como dijo que iba a morir, reímos y lloramos con él hasta que pudo y luego nos tocó llorar y reír por él, por sus recuerdos y los nuestros, por su historia y por esta despedida, que ha sido tantas anteriores, pero que hoy es final, que hoy es despedida de verdad. Gracias, abuelo, por estos años de compartir y de andar, de discutir y aprender, de escuchar y, unas pocas veces, callar, gracias por este tiempo en el que ambos empezamos a querernos y gracias por tus historias repetidas, porque ahora las recuerdo sin esfuerzo. Te quiero mucho, viejito.

martes, septiembre 20

80 pirulos

En los últimos días, es complicado hacer las cosas sin pensar en mi abuelo, sin encontrarlo en canciones, frases, platos de comida o en gestos. Ayer, mientras estaba en el subte, vi a un viejito que tenía en la oreja un audífono como el que él usaba antes, el caro, del que siempre se queja porque nunca funcionaba; una chica pasó detrás de él y lo empujó, lo que hizo que él me empujara, al instante, me pidió disculpas y dijo algo que no entendí, le dije que no se preocupara y luego me miró sonriendo y dijo "sólo quiero pasar mi cumpleaños en la calle", le respondí "qué buen plan" y soltó un muy alegre "¡80 pirulos!" y no pude evitar ver en sus ojos y en su energía la de mi abuelo, le dije feliz cumpleaños y contuve mis ganas de abrazarlo palmeándole la espalda, me contó que se llamaba Oswaldo y que el 19 de septiembre es el día en el que más gente nació en el mundo, sonrió, llegamos a su parada y nos despedimos.
Oswaldo no conoce mi historia y yo no conozco la suya, pero, por ese momento, durante ese corto viaje, nos hicimos compañía y me regaló la alegría de recordar las ganas de mi abuelo, sus ojos y su vida.

domingo, septiembre 18

compatible

Con algunas personas, existe un nivel de compatibilidad tal que, a veces, hasta parece innecesario hablar, decir, basta con mirarlas a los ojos y entender, entenderlo todo, el dolor, la alegría y hasta el miedo. Con algunas personas, sobra la conexión, la confianza, el entendimiento y, sin siempre decirlo, y, a veces, sin quererlo, nos dejamos ir, nos dejamos ser. El miedo va perdiendo espacio y puede más la alquimia rara de la compatibilidad, que solo puede sentirse, porque hacen falta palabras que la expliquen.


en tus ojos, esas personas entienden todo lo que decides callar o eliges no decir, porque tus ojos no aprendieron y nunca aprenderán a mentir, pero, a veces, hace falta decir, intentar, elegir hablar, aunque mirar a los ojos sea siempre la forma más sublime de, sin palabras, decir.

lunes, septiembre 12

Otoño

Mirna salió de casa y empezó a caminar, no había música sonando, pero el ruido incansable del silencio no paraba de retumbar en sus oídos. Ya no tenía miedo, pero tampoco ganas y caminaba mirando el suelo sin mirarlo, las hojas cayendo, que, normalmente, amaba del otoño, no llamaban su atención, ni siquiera las flores de la esquina que Miguel vendía con tanto entusiasmo lograron hacerla sonreír. Siguió su camino sin saber bien a dónde iba, hasta que levantó la mirada para cruzar la calle y, de pronto, vio los ojos más tristes que había visto en su vida, pensó en hacer algo para ayudar a que vuelvan a tener luz y, en ese momento, se dio cuenta de que esos ojos eran suyos y solo estaba viendo un espejo.

miércoles, septiembre 7

performance

Parada en el centro de un teatro, hoy, vacío, miro hacia arriba y a los lados y no comprendo la inmensidad y me siento pequeña, diminuta. Miro hacia arriba y encuentro a una araña inmensa y repleta de cristales, los cristales son, por supuesto, más grandes que yo. Miro hacia adelante y hay butacas vacías y una puerta en el fondo, una puerta mucho más grande que yo. Miro a los lados y los palcos vacíos me miran, me evalúan, podría decir que me juzgan y me vuelvo todavía más pequeña, lato chiquito y muy rápido. Finalmente, decido mirar hacia atrás y veo el escenario y lo siento, camino hacia él y, a cada paso, me hago un poquito más grande, menos pequeña. Por primera vez, lo piso y me convierto en inmensidad, repleto cada espacio del teatro, el teatro está lleno de mí y yo estoy llena de él. Miro hacia adelante, hacia los lados y hacia atrás y, en cada rincón, me encuentro a mí, grande, libre, inmensa, pero efímera, siempre efímera.

lunes, septiembre 5

Destruir

Qué fácil es destruir lo que con tanto esfuerzo y tan lentamente construimos y es que parecemos seres destructores por excelencia. Seres que destruyen lo que ellos mismos construyen con una facilidad que nunca deja de asombrarme. No importa cuánto de ti pusiste en algo o cuánto tardaste en construir eso que tanto querías y, luego, como si lo hubieras hecho de la más fina fragilidad, lo destruyes sin demora, sin cansancio, sin demasiada importancia. Y podría pensarse, tal vez, que construimos cosas frágiles, demasiado débiles o efímeras, pero, en realidad, parece ser que es tan grande nuestra fuerza de destrucción que no importa cuán sólida sea nuestra construcción podemos, sin esfuerzo, destruirla.
Espero ser un ser constructor cuya fuerza destructora sea inexistente, cuyo anhelo sea siempre construir y no tirar abajo y coincidir con seres que quieran, a mi lado, construir.

miércoles, agosto 31

adiós

Mi abuela no pudo nunca decirme adiós, tal vez, porque nunca pudo decirme hola o cantarme una canción, tampoco me cosió un vestido, ni me enseñó a rezar el rosario o a ir a misa, nunca tomó mi mano para cruzar la calle, ni lavó mis manos para comer. Mi abuelo, en cambio, me ha dicho hola tantas veces que ya no puedo contarlas, aunque lo conozco desde antes de que pueda recordarlo, es mi abuelo recién hace algunos años, no recuerdo si de niña me compró algún dulce alguna vez, tampoco sé si tomó mi mano en el supermercado mientras buscábamos pan, no recuerdo haberme sentado en su regazo a escuchar alguna de sus tantas historias, ni si me abrazaba cuando nos reencontrábamos, pero, desde que es este abuelo, al que conozco y quiero, aunque a veces no lo entienda, recuerdo la vez que me llevó a toda velocidad para que no me perdiera una función de teatro, tengo como un recuerdito que brilla la cena que comimos juntos cuando fui a dormir a su casa yo sola por primera vez, cada una de nuestras largas charlas en las que intentaba explicarle qué es la lingüística, sin que me escuchara con atención, todas sus historias repetidas tamborileando en mi cabeza, verlo comer cada uno de sus antojos con más hambre que yo, con el doble de ganas y la mitad de saciedad, su sillón que decidió, hace muchos domingos, compartir conmigo, nuestras siestas acompasadas, nuestras discusiones en la mesa por su obstinación y mis ganas de cambiarla y su sonrisa, sus audífonos, su dolor de cintura, su tango instrumental y sus ganas de aprender, los lonches juntos y sus chistes que me sé de memoria, sus palabras de suerte en cada una de nuestras despedidas y sus abrazos de viejo flacucho, que hoy me hacen tan difícil pensar en decirle adiós, aunque no sea un hombre perfecto -y, seguramente, esté mucho más lejos de serlo de lo que sé-, ni el mejor abuelo, siento que todavía nos debemos muchos holas y otras siestas, más lonches y otras muchas discusiones. Mi abuelo puede decirme adiós tantas veces como me ha dicho hola, pero ningún adiós suyo va a prepararme para el que tenga que decirle yo cuando él ya no pueda responderme, porque ya me hacen falta sus historias y nos quedan, todavía, tantos holas por decir.

martes, agosto 30

Historias incompletas O+

-Y yo sigo siendo la que te quiere con todo y tus miedos

-Yo no sé quererte con tus ganas, me asusta cómo haces que todo tiemble, que todo cambie y yo pierdo el control

-Creo que eso es lo que más me gustaba de mis días contigo, que no tenía el control, pero tampoco lo perdía, solo no era necesario. Nuestro mundo no era uno donde existiera el control, entonces, tampoco existía el descontrol, esa era una binariedad que parecía inventada, fabricada por los otros y para los otros, pero no para nosotros, nunca para nosotros

-Pero podía pasar cualquier cosa

-¡y podía pasar cualquier cosa! ¿No era lindo eso?

-No sé...tal vez, pero asusta un poco, ¿no? No saber qué viene, no entender bien qué pasa, no terminar de entender

-Sí, supongo...pero así todo asusta un poco, de nada sabemos mucho, ¿no? pero igual vivimos, igual, hacemos

-Pero sabemos más o menos a dónde vamos

-Y nosotros también sabíamos, creo, íbamos a disfrutar y a acompañarnos todo lo que pudiéramos

-¿y hasta cuándo íbamos a poder?

-Yo creía que estábamos en camino a averiguarlo, pero luego te fuiste y no supe nada y empecé a sentir que perdí el control como si la binariedad sí existiera, como si nuestro mundo hubiera dejado de ser nuestro

-Mora, yo me muero por ese mundo contigo, por ese mundo nuestro, me imagino un mundo a tu lado...pero lo quiero fijo, seguro

-Es seguro, Fer, tú eres mi hogar, donde, por fin, me dejo ser yo, veo mis fallas y mis aciertos, me abrazo, donde soy-Fer sintió, después de mucho, la chispa que sintió la primera vez que miró a Mora embelesado cuando la escuchó decir eso, esa chispa que lo repletaba y lo hacía sentirse capaz de todo-pero ¿fijo? no sé, porque cambiamos, Fer, y eso siempre va a alterar nuestro mundo porque es nuestro, lo complica o lo extiende y lo hace más bonito, más nuestro

-¿y si un día cambiamos demasiado?-dijo Fer, permitiéndole al miedo libertad

-Tal vez nos toque dejar nuestro mundo y hacernos unos nuevos, pero es algo que no sab-

-Tú también eres mi hogar, Mora, cuando haces que todo tiemble terminas dándome calma y esperanza-dijo mirándola perdido en sus ojos

-Entonces, Fer, ¿cuál es el miedo?

-Al después, ese después que no puedo controlar-dijo bajando la mirada

-Porque no necesitas controlar, necesitas vivir y que pase, puedes elegir el ahora o pensar en un después que no puedes cambiar

-Es que contigo yo quiero un ahora, pero también quiero un después, Mora-dijo Fer, esta vez, permitiéndoles libertad a sus ganas

Ya con lágrimas acobardando sus mejillas y sus palabras, Mora respondió:

-Y yo quiero todo contigo, Fer, porque quiero vivir y acompañarte, acompañarnos, quiero nuestro mundo libre de control, quiero esa vida que juntos hacemos parecer fácil sin intentarlo

-Es tan fácil cuando es contigo

-¿podemos intentar vivir días fáciles hasta que nos alcancen las ganas?

-Podemos, Mora y espero que nos sobren las ganas, porque quiero que mi mundo siempre sea el nuestro

-Te quiero, Fer, te quiero tanto.

Y, en ese abrazo, ambos se perdonaron y eligieron continuar o volver a empezar viviendo el ahora, siendo el momento, siendo juntos, acompañados.

-Gracias, Mora, por todo. Te quiero.

Y la sonrisa de Mora en el beso que él decidió robarle le contó a Fer que este era un fresco comienzo y que, esta vez, las ganas eran más fuertes que el miedo.

lunes, agosto 29

Historias incompletas -O

-Y yo sigo siendo la que te quiere con todo y tus miedos 
-Yo no sé quererte con tus ganas, me asusta cómo haces que todo cambie y yo pierdo el control 
-Creo que eso es lo que más me gustaba de estar juntos, el control no existía, porque no era necesario, vivíamos juntos lo que queríamos vivir 
-¿y después?¿qué iba a pasar? 
-No sé, Fer, no sabía qué iba a pasar después, pero me hubiera gustado que lo averigüemos juntos-dijo Mora medio entrando en llanto, sin poder mirarlo a los ojos 
-Vuelvo a pensar que estás mejor sin mí, porque no tengo claro todavía lo que quiero o, tal vez, sí, pero lo que quiero tiene que ver con tener certeza sobre después y nadie me la puede dar
-Pero tú tampoco quieres dármela, Fer
-¡porque no sé, Mora! No sé qué va a pasar y eso me frustra 
-¿Por qué? ¿Qué importa no saber? 
-Si no sabes a dónde vas, ¿cómo vas?-dijo Fer frustrado 
-El problema está en que crees que hay que llegar a algún lugar en específico, Fer, si hay algo que hacer es andar y, al final, vamos a llegar a donde tenemos que llegar-dijo Mora, también frustrada
-Ya estamos grandes, Mora, tenemos que pensar en después 
Mora sonrió no de felicidad, sino de tristeza, porque esa sonrisa cerraba el recuerdo de lo vivido con Fer, de sus idas y vueltas anteriores y de su hoy, donde entendía que, no sabía si solo por ahora o ya para siempre, no importaba cuánto bien le hiciera Fer o él a ella, no podían acompañarse, porque buscaban cosas distintas, que el otro no podía darles. Fer la miro y abrió los ojos extrañado:
-¿Qué pasa? 
-Nada, Fer, se acabó-dijo Mora ya con lágrimas en sus mejillas 
Fer la miró callado un rato y luego quiso decir "gracias", pero solo dijo:
-Perdón.
Hablaron por un rato más, Mora intentó explicarle que no era culpa de nadie, que solo eran distintos, pero él no podía evitar sentirse culpable y, cuando la abrazó para despedirse, lloró como ya nunca había querido atreverse mientras le decía:
-Gracias, Mora, por todo.
Ella, llorando y tratando de consolarlo, se quedó callada y le dio un beso en la frente como los que pensaba que lo calmaban, pero no funcionó, se soltaron y lo vio irse llorando mientras ella tampoco podía parar de llorar.

Historias incompletas O

Aquí, el lector decide si, como yo, es un romántico/soñador, que quiere que la historia de Mora y Fer continúe hacia Historias incompletas I y los dejemos vivir su historia, cayendo, llorando, doliendo y, también, sonriendo, jugando, atreviéndose, viviéndola o si prefiere que, en cierto momento, las historias terminen -completas o incompletas-, que acaben y, entonces, Historias incompletas -X no es más que la continuación de Historias incompletas XI e Historias incompletas -O es el fin de estas historias, que, poco a poco, se fueron contando. Si, como yo, quieren soñar, O+ abre el camino a lo que sigue.

jueves, agosto 25

Volver a poner el mundo al revés.

martes, agosto 23

El mundo del revés

Sentada bajo el árbol, Alondra mira atenta su reflejo en el agua y un pato que pasa por ahí, por un momento, también mira el suyo con ella. El reflejo parece una pintura, una linda e intrigante, de líneas claras y brillantes, el agua no está limpia, pero el reflejo parece un retrato listo para ser colgado en un museo. Una hoja del árbol cae al agua y algo en el reflejo de Alondra se desdibuja, pierde forma por un rato, ella mira atenta esa mancha y, así, pierde la visión de su reflejo, solo ve la mancha que tiene en ese mundo del revés. Entonces, con el dedo, mueve el agua donde se dibuja su retrato y desdibuja cada una de sus facciones, sus ojos y su boca, se esmera en deshacer su sonrisa y, al rato, el agua vuelve a ser calma y el reflejo, de nuevo, parece intacto, como si, en ese mundo del revés, todo lo que la dañe o la cambie fuese solo efímero y, aunque no hay un dedo, ni una hoja saliendo de su reflejo, Alondra nota que todo lo que la afecta es siempre efímero, en este mundo y en el del revés, porque, finalmente, ella también es efímera.

domingo, agosto 21

girasoles

Claudio vende flores en el subterráneo desde que Margarita lo tomaba con su papá para ir al colegio, siempre lo saluda y él sonríe "eh, Margarita" y, cada tanto, le regala un girasol. Claudio siempre se encuentra con artistas callejeros durante el día y ha oído a tantos que ya casi ninguno lo sorprende. Hoy, Claudio ya estaba terminando su turno, porque los viernes siempre lo termina más temprano, cuando Lucas tomó su guitarra y empezó a cantar. Las letras de "Puente" empezaron a salir de la boca de Lucas y todo lo demás pareció quedar en silencio, Claudio dejó de guardar sus cosas, sacó su celular y empezó a grabar al hombre que, después de tanto tiempo, lo sorprendía con su talento. Otros acompañaron a Claudio, grabando u oyendo embelesados a Lucas, que no parecía esforzarse para cantar tan bien como lo hacía, que sonreía mirando a los ojos a cada extraño, que, por esos minutos, se conectaba con él y parecía conocerlo de siempre. Mientras la canción terminaba, llegó Margarita y saludó a Claudio, compró una docena de girasoles y, con Lucas de la mano, se fue.

jueves, agosto 18

Esperar el momento preciso, el momento más indicado, para atreverse, para jugársela, para decir o para sentir y vivir esperando ese momento, evitando los otros que no parecen tan precisos, que no parecen tan listos y, cuando, un día, por fin, llega el momento esperado, preciso, indicado, notar que nunca existió uno, que el momento, si es alguno, es este, que atreverse, jugársela, decir es ahora, que no podemos dejar el ser para después, sentir es hoy, ser es hoy, es siempre, en todos los rincones y en todos los momentos. 
En vez de vivir esperando un momento en específico, aprovechemos este, en el que tenemos, todavía, tanto por decir, tanto por sentir.

martes, agosto 16

(in)somnes

Y, otra vez, un sueño.

Abre una puerta y parece buscarme, no lo sé, porque no alcanzo a ver sus ojos, pero siento en todo mi cuerpo su angustia, su casi desesperación, cierra la puerta y, solo en ese instante, puedo gritar, grito "AQUÍ ESTOY". La puerta no vuelve a abrirse, así que la abro yo y la cruzo: él ya no está y, aunque presiento que se ha ido, sigo sintiendo que está cerca. Cierro la puerta tras de mí y camino tras sus pasos, se abre otra puerta y, esta vez, sí, veo sus ojos: me busca a mí, intento gritar, hablar, siquiera susurrar, pero no puedo, es como si me buscara, pero no quisiera verme, algo nos detiene. Cierra la puerta para, después, desaparecer de nuevo y no lo oigo, no oigo sus pasos, ni la forma en que respira, no siento su olor y regresa, casi rompiendo esa última puerta, susurra, habla y, luego, grita "AQUÍ ESTOY". Yo lo oigo y sonrío: por fin, me ve, todavía no sé si creer que es él, que es su voz, que me busca tan angustiado, todavía no sé. Mientras dudo, él se aleja y el sueño se confunde, se borra, se difumina.

Despierto, en sobresalto y queriendo mirarlo.

Despierto y, otra vez, un sueño.

lunes, agosto 15

ruidito

Un ruidito que se hace pequeño, que se hace chiquito, un ruidito que parece no estar, pero que no se apaga, que suena siempre y desde temprano.
un ruidito que, hoy, preferirías no escuchar, pero que está y parece gritar eso que quieres que calle, un ruidito que grita tus ganas, que avanza y, a veces, empieza a crecer, a hacerse más grande, un ruidito que late, que grita, que dice lo que quisieras querer no escuchar.

Gravedad

Hay personas que te mantienen sostenido al mundo, no importa cuánto parezcas caer o perderte en el espacio sin rumbo, una mano aún te toma y te sostiene gravitacionalmente, como si de esa fuerza sola dependiera tu existencia, tu permanencia. Si esas personas deciden soltarte o dejar de sostenerte, pareces perderte para siempre, girando sin sentido, sin rumbo, con la consciencia de que, en algún momento, el oxígeno desaparecerá y te detendrás, dejarás de girar, pero con la desesperación de que nada está bajo tu control, con la frustración de haber perdido la gravedad, de estar de manos atadas ante la vida. 
Hay personas que son fuerza de gravedad, que sostienen y permiten, así, vivir flotando sin girar.

domingo, agosto 14

Y, tal vez, algún día, nos atrevamos de nuevo.

viernes, agosto 12

mortales

Y la risa más risa de todas se convirtió en pena, la más pena de todas y esa pena se hizo silencio, el más de todos los silencios.
Y el cielo empezó a perder sus nubes y, cuando las perdió todas, quiso llorar y no pudo, sin lágrimas, ni luz, ni estrellas, dejó de ser cielo y perdió su reflejo en el mar, entonces, el mar olvidó sus olas y, también, su sal, su braveza, el mar olvidó ser mar. Dejó su azul perdido y abrazó el vacío hasta ser vacío.
Y la luz de sus ojos se extinguió y su sonrisa ya, para siempre, se apagó.

jueves, agosto 11

•despedidas•

Sonrisas perdidas, miedos, ojos sinceros que dicen "no te vayas", ojos sinceros que dicen "ve", manos temblorosas, abrazos que no quieren soltar, susurros, sollozos que se niegan a ser llanto, lágrimas por tragar, silencio y un abrazo más. Buenos deseos, confesiones, deseos inesperados, abrazos en sinceridad, risas fuertes, más abrazos, palabras en voz baja, "no tengas miedo", "vive" y "disfruta" repetidas como tatuándose, una mano firme, un par de palmadas en el pecho, ojos conmovidos, fotos, complicidad, amigos, familia, amigos que son familia, un último abrazo y el llanto escondido en mi pecho mientras mis ojos sonríen conmovidos.
me voy feliz, llena de amor y ganas, con miedos cada vez más chiquitos, me voy a vivir.

lunes, agosto 8

cumplidos

Un abrazo constante y algunos besos, el mismo abrazo y otros besos más y la sonrisa y la risa y ese mismo abrazo, como centro de todo, como contención del alma y liberación de la vida. 
Ojos que brillan al verse, mientras el amanecer se asoma, manos todavía tímidas, pero cercanas y labios con sabor a chocolate que sonríen y besan.
El mismo abrazo y otro beso.

martes, agosto 2

Alas

Cuando hablo de volar, la gente parece pensar que quiero volar alto, muy alto, y lejos, muy lejos, aunque, a veces -muy a menudo, casi siempre-, me refiero a volar con los pies sobre la tierra, solo a abrir mis alas y caminar. Me falta contarles que volar no necesariamente es ir lejos o llegar a lo más alto, volar es flotar todos los días sin esfuerzo, en cada momento, con cada cosa, volar, para mí, es vivir sin aprisionar las alas, mostrarlas en su esplendor y andar, de alas abiertas y pies flotantes, andar. Para volar no tengo que irme lejos, basta con mojar mis alas y mis pies con la lluvia mientras camino hacia ningún lugar en específico, pero si mis pies me llevan lejos también está bien y vuelo, sigo volando, floto hasta alzar el vuelo y andar un poco con el viento. 
Volar, finalmente, es permitirles, a mis alas y mis pies, la libertad, permitirme, a mí, la libertad.

Colector de sueños

El viejo Oswaldo vivía para encontrar sueños y atesorarlos, cuando, caminando, oía a alguien soñar, se acercaba a su ventana, cerraba los ojos, observaba en silencio, sonreía de lado y soplaba un poco, sin miedo, el sueño bailaba hasta sus manos, donde él lo cobijaba y protegía. Oswaldo abría los dedos, dejaba que el sueño baile un poco más y, luego, tomaba una sonaja nueva, donde, con cuidado, lo guardaba. Cada sonaja tomaba un color especial y parecía dibujar algún cuento distinto en su superficie. 
A Joaquín, Oswaldo le regaló la sonaja que contenía el sueño favorito de su padre: la libertad.

miércoles, julio 27

Historias incompletas -I

Fer no podía creer que Mora estuviera, una vez más, cobijada en su abrazo. Hace un par de meses, cuando ella decidió no ir al cumple de Mati para no verlo, pensó que estaba condenado a no volver a verla y vivir con el recuerdo de ese último llanto de dolor que él le causó. En su mente, resonaban todas sus ideas, todas las excusas que quería darle a Mora para explicar que recién ahora se atreviera a buscarla, todo lo que quería decirle sobre todas las veces en las que la extrañó y no pudo dormir pensando en ella, sobre todas las veces que leyó su cuento al despertar, que deseó despertar a su lado, sobre todos los feriados en los que leyó su última carta deseando nunca haberla hecho sufrir así, todas las veces en las que, al salir del trabajo, quería subirse al tren e ir a buscarla...

- Hola, Fer - dijo Mora conmovida 
- Hola, Mora...gracias por venir - dijo él mientras la abrazaba un poco más fuerte

Mora sonrió mientras secaba la lágrima que había empezado a caer por su mejilla y se salió del abrazo que tanto había soñado. Mientras volvía a prestar atención a lo que había a su alrededor, notó que Fer había llevado una mantita, un par de jugos y algunos de sus dulces favoritos, sonrió de nuevo y volvió a mirarlo, esta vez, a los ojos. Al ver sus ojos, Fer sonrió también y le hizo un gesto para que se sentara. Ambos se sentaron y, por un rato, se miraron en silencio, sin pensar en nada, como reconociéndose, como encontrándose, hasta que Mora dijo "¿no vamos a comer?", Fer rió y le dijo "claro" acercándole un jugo. Mientras Mora comía una galleta, él empezó:
-Sé que es muy raro que haya esperado tanto para buscarte, para llamarte, debes pensar que todo este tiempo no me importó o no te extrañé, que recién ahora te extrañé- y se detuvo al ver que Mora levantaba la cara para verlo, ella no dijo nada, solo dejó la galleta y lo miró con atención.
-Te extrañé siempre, unos días más que otros y hubo días en los que te pensé poco, pero no hubo días en los que no te pensara, te hiciste una parte de mí y todos los días me dolía haberte dañado, pero no estaba seguro de lo que quería, de si era contigo, con alguien más o solo, no sabía nada, ni estaba muy seguro de nada, solo de que no quería lastimarte más y terminé lastimándote peor...perdón, Mora, perdón, no supe cuidarte aunque era lo que más quería, cada vez que leía tu carta, me sentía peor. Todo lo que vivimos juntos fue sincero, siempre me hiciste libre, pero no podía evitar sentirme presionado, porque temía fallarte cuando parecías tan entregada y, al final, te fallé; cada vez que sentías que quería cuidarte era verdad, siempre quise cuidarte y verte feliz, cuidarte de que algo te dañe y te dañé yo, te fallé yo- Mora puso su mano sobre la de Fer mientras no podía evitar llorar
-Fer, escribí esa carta cuando todo dolía mucho, ahora sé que me cuidaste hasta donde pudiste y que, sobre todo, tenía que cuidarme yo, me duele que no hayas sabido si me querías, no porque quiera que me quieras para siempre, sino que, en mi afán de cuidarte, no supe hacerte sentir acompañado o como que podías confiar en mí, como que podía acompañarte, sobre todo, como compañera.
-Es que tengo miedo, Mora, no estaba seguro de lo que quería y, justo cuando pensé que eras tú, cuando creí que lo único que sabía con seguridad que quería eras tú, me di cuenta de que no sabes si vas a estar siempre conmigo y me cuesta mucho querer a alguien que me mueve tanto todo, que me deja en no saber y eso no me deja estar tranquilo, quererte del todo, porque no sé si siempre pueda acompañarte.
-Yo sé que un par de veces me fui para buscar cosas que quería hacer, pero volví. No puedo dejar de seguir mis sueños para que me quieras bien, Fer, yo te quiero mucho y siempre voy a quererte, creo, te amo todavía, pero no sé ser de otra forma y tampoco quiero ser de otra forma, yo te quiero con tus ganas y con tus miedos y me gustaría que me quieras con los míos. Para ti, no hay día en el que no vaya a estar y me gustaría que, de vez en cuando, te guste acompañarme o, tal vez, luego, reencontrarnos, no sé, yo solo quería que nos acompañemos y sigamos descubriendo juntos.
-No es que yo no te quiera así, con tus ganas locas de hacer todo lo que quieres, o quiera que cambies para quererte, me encantas así, pero mi miedo a no tenerte es fuerte, a que me faltes, y, a veces, como la última vez, es más fuerte que yo y te lastimo...vuelvo a pensar que hay alguien mejor para t-
-Cállate, Fer, yo no quiero a nadie más ahora, si me gusta la compañía es porque es tuya, me gusta tu compañía, tanto que la extraño, me hace falta.
-A mí la tuya...te extrañé tanto- y se quedó mirándola como cuando desayunaban juntos antes 
-Yo te extraño a ti, siempre, termina mi día y quiero contarte, pero ya no estás...no quieres estar- y dejó de mirarlo 
-Quiero estar, Mora, pero sigo lleno de miedo...- dijo Fer con tanto dolor que Mora no pudo evitar levantar la cara de nuevo y descubrió sus ojos tristes y asustados.

domingo, julio 24

Una

Y, aunque sea por una noche, dormir cobijada en tu abrazo y olvidar lo bueno y, también, lo malo, sentir solo ese momento, recordar nada y percibir solo ese ahora, vivir solo ese ahora. Y, aunque sea por una noche, mirarnos a los ojos y ya no decir nada, cerrar los ojos y besarte una vez más. Y, aunque sea por una noche, solo ser.

jueves, julio 21

Sueños

Despertar en un lugar que no conozco y no tengo en el recuerdo y pasear por una feria llena de calacas, comiendo un dulce picante, la lluvia, caminar, oír cada gota, sentir cada gota, caminar algunos pasos y ver, a lo lejos, a alguien conocido, con la mirada perdida en el celular, concentrado, muy concentrado, tan concentrado que está perdido. Caminar para acercarme, aun cuando no lo reconozco del todo, pero avanzar sin avanzar, estar cada vez más lejos, tratar de caminar más rápido o con más fuerza y solo alejarme más, verlo de nuevo y reconocerlo y reconocer sus ojos tristes. Llorar, que la lluvia se detenga con la caída de mi primera lágrima y detenerme, verlo guardar el celular y caminar hacia mí. 
Despertar de verdad.

martes, julio 19

Alguna parte de Historias incompletas

Y, la verdad, aunque estemos juntos o no, podré olvidarte por un rato, pero a mi mente vas a volver siempre, porque en mi corazón ya no sabes dejar de estar, si en este tiempo, no te fuiste, no te vas a ir más. Y quisiera decirte -si eso te hiciera feliz- que, en algún momento, no voy a estar, pero siempre estuve y siempre voy a estar, quiero que confíes siempre en mí
Mora soltó el lápiz y trató de no llorar, pero eran días complicados, donde le hacía falta tomar la mano de Fer en silencio, tener su compañía para estar sola, para ser sola. Mora estaba rodeada de gente que la quería, que la cuidaba y la protegía, pero que nunca la dejaba estar sola, nadie más que Fer sabía acompañarla en su elegida soledad, solo la compañía de Fer era permitida en ese espacio de desaparición, de descanso, de respiración. Cuánto hubiera querido que Fer estuviera, que, como en algún momento hablaron, más allá de su amor y de sus besos, estuviera siempre para ella, cuánto quería llamarlo y pedirle aparecer, pero sabía que Fer había tomado una decisión al desaparecer, que él no quería que ella estuviera para siempre, que prefería no acompañarla en su soledad, así que se metió en su cama y, sin dejar de llorar, se abrazó fuerte hasta que se durmió.

Fer, mientras tanto, no podía dormir pensando en ella, en cómo estaba, no podía dormir pensando en cuánto extrañaba su contagiosa libertad, su luz y su ser, pensando en cuánto le hacía falta tomar su mano para andar.

viernes, julio 15

Noche.

Tu dedo rozando mis labios
tus manos paseándose por mi espalda
y mi cintura
tu cuerpo
tu cuerpo contra el mío
tu respiración
tu respiración en mi pecho
y en mi cara
tu agitación
tus ganas
tu desesperación.
tus ojos clavados en los míos
con una luz que me inunda
con una luz que me despierta
tus labios tocando los míos
con dulzura y, también, con vehemencia
tus labios tocando los míos
despertando mis ganas y mi deseo
tus besos, cada uno de tus besos
encontrándose con los míos
con mis ganas.
•••
Tus dedos entre los míos
respirar en tu cuello
sintiendo tu olor
las yemas de tus dedos tamborileando en mi cintura
y tu abrazo
perderme en tu abrazo y en tu pecho
en tus besos y en tu calma.

despedida

Hoy, di mi primer abrazo de despedida, con miedo y sin muchas ganas de soltar, abracé fuerte y tratando de contener mi llanto, pero me deshice en cuanto pude, mis lágrimas cayeron más rápido de lo que podía detenerlas y abracé, abracé fuerte, recostada en el hombro de quien me abrazaba, mi pecho latía fuerte y lloraba. Hoy, entendí que algunas partes de mí se quedan aquí, abrazando y latiendo fuerte, extrañando, algún yo se queda aquí con ganas de vivir más con quienes dejo aquí, pero también entendí que una parte de ellos se va conmigo, que extrañar es parte de vivir y que, sin ellos, pero con ellos, voy a vivir cosas nuevas. Hoy, sé que a quienes aquí escogí son en mi vida para siempre, son en mí para siempre, hoy sé que las despedidas son difíciles, pero sé, además, que, de ellos, nunca me voy a ir y que ellos siempre van a estar en mí.

lunes, julio 11

oparetrato

Quisiera, con palabras, dibujar lo que con trazos no sé.
Unas canas que más que blancas, son crema, algunas rubias y ninguna gris, no brillan y hace mucho que no son suaves, ojos que parecen buscar siempre la alegría, pero que hace un par de semanas parecen bastante cansados, no muy grandes, ni muy bonitos, rodeados por ojeras que me cuentan del cansancio de su dueño, de la noche en la que no durmió y se sintió morir o de todas estas otras noches en las que sueña mucho y descansa poco. Orejas grandes y llenas de pecas, que, dentro, siempre llevan los audífonos que lo ayudan a escuchar, y, apoyadas en ellas, las patas de unos lentes casi nuevos que lo ayudan a observar. Arrugas que cuentan no tanto su vejez, sino las veces en las que el cáncer pudo más, dientes amarillos que siempre quiere mostrar, porque le gusta mucho sonreír, pecas, muchas pecas y la herida de la frente, que, cada tanto, es una llaga y, otras veces, como hoy, una costra casi sana, y la herida del cuello que ya nunca deja de sangrar, a la que le temo, la que me recuerda que es mortal, que siempre que lo abrazo puede ser la última vez. Un pecho sin pelo, flacucho y muy pecoso, metido en una camisa delgada, manchada de sangre en la espalda a la altura de otra herida que me asusta más, brazos flacos, pero fuertes y manos duras, nudillos gruesos, las puntas anchas de sus dedos, la uña partida en tres que le sirve para contar su anécdota favorita, pecas, más pecas, venas verdes y algunas heridas, el color medio amarillo y la sequedad. Piernas largas y cada vez más flacas cubiertas por un pantalón que nunca es de jean, atrapado con una correa que, cada dos semanas, tiene un hueco más para evitar que caiga el pantalón. Pies largos, medio feos, uñas amarillas y medias de vestir que cubren otras pecas, zapatos cómodos y grandes con los que los domingos camina siempre entre el baño y su lugar.

ojos temerosos y una inusual debilidad, manos frías y nerviosas, abrazo como de despedida y voz que tiembla, sonrisa media y el chauchau

viernes, julio 8

recuerdoruido

De lejos, ya escucho el ruido del recuerdo, golpeando mis oídos y mi muy llorón corazón, oigo al cobrador de un bus chasqueando las monedas en su mano, los aviones que vuelan sobre esta que, dentro de poco, no será más mi casa, a mi gato, ronronear sobre mi pecho, con la naricita húmeda y los ojos entreabiertos, oigo a mi abuelo llamar a mi abuela desde el segundo piso de la casa, oigo cómo chocan los palitos de mi abuela al tejer un nuevo punto, oigo la llave de papá abriendo la puerta, oigo a mamá cantando una canción con sus niños y a la enana cantando la canción que, por un año, siempre cantó mientras se alistaba para ir a una fiesta. Escucho al recuerdo llenando mis ojos de lágrimas, oigo el timbre de la casa de mis abuelos, el zumbido del audífono de mi opa, la risa del único hermano de mamá resonando en toda la casa, oigo los quejidos de mi tía cuando se levanta después de desayunar, oigo a mi primo enrollando un papel y siento el olor del tabaco con cacao, oigo a mis sobrinos golpear sus piececitos descalzos contra el suelo mientras corren, oigo a la seño de la tienda saludándome al llegar, oigo a la cajera del supermercado sobre el sonido de la música en mis audífonos, oigo las canciones que bailaba con mis primas en Navidad, oigo la primera clase de Lingüística que me gustó, oigo mis pasos caminando mi ruta acostumbrada hasta llegar a casa, me oigo a mí hoy y sé que este ruido me hará extrañar en unos meses, pero sé, también, que, como todos mis recuerdos, estos también me van a acompañar.

agosto 13

Qué suerte la mía cuando te veo pensar, perdido en quiénsabedónde o en quiénsabequé, tal vez soñando o temiendo, te veo pensar
tus ojos, aunque me miran, no están y me gusta verte así, perdido en ti, porque puedo ver esa profundidad que tú no quieres reconocer, porque puedo ver tu vulnerabilidad sin que temas y, así, ver toda tu fortaleza, tu entrega y, de paso, tu debilidad
Qué suerte la mía cuando te veo dormir, porque, por un buen rato, pareces calmado, dueño del mundo, dueño de tu mundo
qué suerte la mía cuando te veo dormir y, en el silencio, puedo oírte respirar, acompañando mis latidos y mi paz, con tu luz que tú no ves, con la luz que tú no quieres ver
Qué suerte la mía cuando te oigo cantar y tu sonrisa no se esconde más, tus ojos brillan más fuerte y suenas a vida, a libertad
Qué suerte la mía no ser tú y ser yo y, así, poder mirarte a los ojos mientras me miras, sentir tus labios cuando me besas y cada uno de tus dedos cuando me tocas
qué suerte la mía sentir tu piel y tu olor, perderme en tu abrazo y perder mis dedos entre tu pelo, mientras suspiras tan cerca de mí
qué suerte la mía no ser tú y ser yo y escucharte y entenderte y verte, verte hasta que me dejas ver lo que tú no quieres ver, ver que eres el que tanto quieres ser y sentirte, sentirte temer, sentirte soñar y, lo más lindo, sentirte vivir.

Qué suerte la mía que, aunque sea por este instante, tengo todo lo que eres, veo todo lo que eres, siento todo lo que eres y, de nuevo, soy.

Spoilers

Hace mucho que esperas que se estrene esta película, no dejaste que nadie te cuente nada para disfrutarla y sorprenderte por completo y hoy, por fin, la vas a ver. Sales del trabajo, vas a casa, te bañas, te cambias y pasa por ti alguien que, aunque ya la vio, te quiere acompañar. Ya tienen las entradas, así que, al llegar al cine, compran comida y bebidas y entran a la sala. Ya sentados tu emoción parece crecer apresuradamente, felizmente, la película no tarda mucho en empezar. La primera escena te sorprende y te gusta, luego, viene una segunda que te genera muchas preguntas...entonces, decides preguntarle a tu acompañante qué pasa, quién es, quiénes son, por qué están ahí y por qué hacen lo que hacen, tu acompañante trata de responder a todas tus preguntas, pero se te ocurre preguntar "¿qué pasa después?". Atónito te pide que te calles y disfrutes la película, que la vayas entendiendo conforme la veas, que lo interesante no es el final, sino lo que sucede en el medio de la película, lo importante es la historia que te cuentan, lo que va a pasando y no tanto lo que va a pasar al final.

Algunos creen que sus vidas son esa película que tanto esperan, pero, una vez que están cómodos en su butaca, no pueden esperar a saber el final, a tratar de entender todo, de preguntar todo y no siempre hay respuestas para todas las preguntas y, cuando las hay, es probable que cambien con el tiempo o que vayamos a descubrirlas solos conforme avanza la historia. El final se los puedo contar: mueren. Los finales, sin la historia, son sosos, comunes, aburridos, son solo finales, que se repiten tantas veces y en tantos lugares que dejan de ser únicos, irrepetibles. Lo demás es novedad, es incertidumbre, es sorpresa, es único, es disfrutar, es llorar, es caerse, es conocer gente que no sabes de dónde viene, ni para qué, pero que llega y cambia cosas en ti o, tal vez, no, pero que te toca descubrir a ti, lo demás es dejar a la historia ser, hacerse preguntas está bien, siempre que no olvidemos que tienen ciertas respuestas ahora y que, luego, pueden cambiar, lo demás es sorprenderte, es la trama, es lo que sucede ahora, es vivir.

domingo, julio 3

24

"Mira, no pido mucho,

solamente tu mano, tenerla

como un sapito que duerme así contento. 
Necesito esa puerta que me dabas 
para entrar a tu mundo, ese trocito 
de azúcar verde, de redondo alegre. 
¿No me prestás tu mano en esta noche 
de fìn de año de lechuzas roncas? 
No puedes, por razones técnicas. 
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo, 
el durazno sedoso de la palma 
y el dorso, ese país de azules árboles. 
Así la tomo y la sostengo, 
como si de ello dependiera 
muchísimo del mundo, 
la sucesión de las cuatro estaciones, 
el canto de los gallos, el amor de los hombres".
-Julio Cortázar-

miércoles, junio 29

•elegir•


en la vida, estamos eligiendo siempre, pero nos olvidamos de que, al elegir algo, no estamos dejando para siempre las otras opciones, siempre podemos volver a elegir, elegir algo nuevo o dejar de elegir lo que elegimos hace tiempo
somos seres cambiantes, con miedos, ganas y convicciones que, a veces, cambian, se transforman y, mientras podamos, toca elegirnos, elegir lo que nos hace felices o nos lleva a ser felices, elegir lo que, en este momento, mueve nuestros pies e ilumina nuestros ojos 
al final, lo peor que puede pasar es que nos equivoquemos y, aún cuando eso pasa, nos queda la opción de elegir algo distinto

me elijo a mí, elijo mi sueño de ahora y mis ganas actuales, lo demás, elijo manejarlo y vivir, elijo atreverme y elijo abrazar mi vida y que caminemos juntas de la mano o nos tiremos a llorar cuando haga falta, elijo no restringirme y que mis miedos sean más pequeños que yo y que mis ganas, me elijo a mí.

Cosas que debes hacer antes de morir

Vivir.

sonámbulos


Tomas la mano de alguien y, de pronto, pareces despertar, sentir todo, ver todo, vivir todo. 
Un día, sus manos se sueltan, dejan de acompañarse y no duermes, tampoco sueñas, sino que vives a medias, a medio despertar, sabes que estás andando porque ves tus pies moviéndose, pero no eres tú quien da los pasos, ves poco y no ves nada realmente, sientes poco o, tal vez, no sientes y ¿vives? 
El tiempo parece detenido, en una pausa constante, que, a veces, te angustia y, otras, te adormece aún más, quieres que el tiempo vuelva a andar, pero que ande todos los segundos que tomes esa mano en especial.
Un día, sus manos se sueltan y pareces soltar un poco la vida, pareces alejarte de la realidad y quieres, con todas tus ganas y, también, con todos tus miedos, volver a tomar su mano y, así, volver a despertar y, así, volver a vivir.

lunes, junio 27


¿Y si te pido volver a casa una vez más? 
Que te cobijes en mi abrazo hasta flotar.

viernes, junio 24

Candados parisinos

Un mundo donde se usan candados como símbolos de amor es un mundo que sigue viendo el amor como una prisión y no como la más absoluta y bella libertad. Mientras sigamos pensando que un candado puede guardar el amor, que el amor es algo que tenemos que apresar, guardar cerrado, no creo que podamos sentir el amor en todo su esplendor, ni, tampoco, la libertad. Nada puede representar al amor más que el amor en sí, amar es libertad, es abrirse por completo, es vivir, no encerrar, no aprisionar, liberar.

martes, junio 21

otras muchas

Y, a veces, hasta siento que al mismo tiempo nos extrañamos, nos buscamos, nos recordamos y, otras muchas, siento que ya olvidaste, que no extrañas, ni buscas, que ya no recuerdas.
Y, a veces, me siento cerca de, de nuevo, mirarte a los ojos y sonreírte y, otras muchas, siento que mi sonrisa no te falta y ya no quieres ver mis ojos.
Y, a veces, elijo recordar y, otras muchas, recuerdo porque sí, porque todavía pareces ser parte de mí.

lunes, junio 20

hay recuerdos que decidimos conservar
hay miedos con los que elegimos vivir, sin dejarlos tomar las riendas, les permitimos estar y podemos vivir, pero un día se nos olvida que la elección es nuestra y los dejamos gobernar, asustarnos y frenarnos y es ahí cuando caemos, cuando tememos y nos paralizamos, cuando, sin querer, dejamos de vivir

domingo, junio 19

s a l t a r


A veces, decidimos ponernos techo por estar cómodos, por sentir que, en algún punto, estamos seguros o cercanos a la seguridad, deja de importarnos qué es lo que queremos o qué nos mueve y optamos por lo que, por ahora, podemos, por lo que no nos representa un salto de fe, por lo que no nos da miedo, por lo que no reta nuestra comodidad. Hace algún tiempo, yo decidí hacer ese salto de fe, dejar mi comodidad, lo seguro y decidirme por lo que quiero hacer, por lo que me mueve, por lo que hace que mi corazón lata más fuerte que mis miedos, los que temen, temieron por mí y por mi nuevo comienzo, porque decidí escapar de mi comodidad, temieron por mí y por mis siempre locas ganas de cumplirme mis deseos y temieron porque amarme es, para ellos, protegerme de los miedos que a ellos los asustan, otros pocos que temen por ellos, decidieron no temer por mí y apoyar mi locura, mi salto y mis ganas y, en su apoyo, encontré la pizca de fe que me hacía falta para soltar mis cuerdas, para abrir mi jaula y, con su apoyo, estoy cerca de completar mi salto y empezar de nuevo, de lanzarme tras un sueño que pospuse, para cumplirme ese y otro nuevo y aprender, tal vez, también -y seguramente- para equivocarme, pero intentar, regalarme vida y no negarme nada de lo que quiero. 
Hoy, cuando falta poco para completar mi salto, me doy cuenta de que no temo, este salto me emociona y alimenta mis ganas de vivir todo lo que venga, hoy, cuando falta poco para completar mi salto, sonrío.

viernes, junio 17


y, a veces, en silencio, extraño de nuevo
y, a veces, con los ojos cerrados, recuerdo una vez más

jueves, junio 16

ser humano


Hay personas, momentos y lugares específicos que sacan el humano que somos dentro, que nos permiten liberar quién somos en el fondo. No siempre les permitimos a esas personas, esos lugares o esos momentos liberarnos, porque tememos, porque nos aferramos a nuestras máscaras, a los disfraces que decidimos llevar, porque, en el momento en el que dejamos abierta nuestra jaula, sabemos que nos volvemos vulnerables, que somos, por completo, lastimables, que, si al otro se le antoja, somos presas, entregadas y listas para ser destrozadas, creemos que nos volvemos débiles, pero olvidamos que liberarnos, abrir la jaula, nos vuelve más fuertes que nunca, porque nos hace libres, la máscara cae, el disfraz no importa más y somos solo nosotros, quienes más queremos ser, quienes más en el fondo somos. 
A veces, nos toca permitirnos la libertad, aunque sea con una persona en un lugar y momento específicos, permitirnos andar sin máscara, permitirnos sonreír o llorar sin temer, o temer sabiendo que no está mal, permitirnos libertad y sinceridad con nosotros mismos, permitirnos ser.

lunes, junio 13

Confiar


Despertar, salir de la cama, lavarse la cara y los dientes, desayunar, vestirse y salir a desconfiar del otro, salir a defenderse del otro o a atacarlo, nunca entenderlo, mucho menos, respetarlo, vivir el día desconfiando, temiendo, frenando, vivir a medias si eso es, siquiera en algún sentido, vivir, llegar a casa, comer, bañarse, dormir y soñar que el otro te daña, te ataca. 
Esa es la rutina en la que la gente espera que vivamos los que creemos en la gente -los siempre locos a los que se nos ocurre confiar en que la gente todavía puede decidir guiarse por el amor, por la vida y no por el miedo-, pero yo decido vivir confiando, porque me cansa desconfiar, me vuelve perseguida pensar que siempre van a hacerme daño, en cambio, es más fácil vivir confiando en que, tanto como pueden dañarte, pueden hacerte bien, decido creer que la gente quiere hacer bien y que la que no, la que daña, la que ataca es porque nadie se atrevió a confiar en ellos o porque ellos decidieron desconfiar de todos. Prefiero pensar que la gente necesita confiar para vivir mejor, que, si confiamos, duele menos caer, porque, si decidimos confiar, probablemente, siempre haya una mano que tome la nuestra y se atreva a creer, confío que no hace falta desconfiar, siempre está la opción de lastimar y salir lastimado, pero siempre está, también, la opción de creer y de que crean en ti, de sanar y vivir de nuevo.

Historias incompletas -II

Como siempre, Mora despertó mucho después que Fer -finalmente, era su día libre y la noche anterior había sido fuerte para ella, había movido cosas que no esperaba que se movieran- y, en cuanto lo hizo, repitió su rutina acostumbrada de cuando amanecía sin él: tomar su celular y encender la pantalla. Desde hace algunos meses, ya no lo hacía esperando un mensaje suyo, eran, sobre todo, la costumbre y su necesidad de saber la hora para empezar el día las que la llevaban a hacerlo, pero, esta mañana, de nuevo, algo en ella esperaba leer un mensaje de Fer. La pantalla se encendió y, como si sus deseos pudieran cumplirse de nuevo, estaba el mensaje de Fer, lo vio y sus ojos cambiaron, ella terminó de despertar y, sin querer, sonrió mientras escribía "buen día, Fer". Mientras se paraba para cepillarse los dientes, su celular sonó "me tomé el día, ¿podemos vernos?". Una vez más, Mora sonrió sin querer y, como pocas veces en la vida, sus manos empezaron a sudar, se sentó en su cama con el celular entre sus manos y, por algunos minutos, solo lo miró hasta que, por fin, decidió responder "bueno, veámonos". Con el celular en la mano, a Fer le costaba creer lo que leía, así que la llamó:
-Hola, Mora-dijo muy rápido, sonando entusiasmado
-Hola, Fer-respondió (son)riendo
-¿Paso por tu casa?
-No sabes dónde está mi casa, Fer-rió de nuevo
-Es verdad, ¿dónde nos vemos?
-¿En el parque al que nos gustaba ir puede ser?
-Bueno, ¿a qué hora? Yo estoy listo, eh
-No sé, en un par de horas, calcula que desperté hace un rato
-Siempre dormilona...¿y si desayunamos ahí?
-Bueno, entonces, a las 11
-Listo, yo llevo el desayuno, no te preocupes
-Dale, nos vemos en un rato
-Gracias, Mora
Y Mora colgó, con más preguntas que alegría resonando en su mente, seguía sin saber si estaba bien volver a verlo, volver a dejarlo entrar en su vida, volver a hablar con él tranquila, como si nada hubiera pasado, pero su siempre fuerte sentido de vivir le recordó que estaba bien hacer lo que sentía en el momento, lo que quería hacer y la verdad era que todos esos meses sin él había querido verlo, abrazarlo de nuevo y hablar, solo hablar, así que puso su canción favorita y se metió a la ducha. Como casi siempre que iba a verlo a él, no le importó mucho qué ponerse, se cambió, se peinó y salió hacia el parque, que -aunque Fer no lo sabía todavía- estaba a dos cuadras del departamento en el que vivía ahora. Se puso sus audífonos, subió el volumen de esta canción,
 salió de casa y se paró a esperar el ascensor mientras su corazón empezaba a latir un poco más fuerte y ella se ponía un poco más nerviosa. Llegó el ascensor, subió y se encontró con don Ramiro, que, como siempre, silbaba alguna canción vieja:
-Morita, ¿cómo va todo?
-Bien, don Ramiro, ¿cómo est-
-Te ves distinta, Morita, ¿qué pasó?
-La vida-sonrió nerviosa
-Ojalá la vida te siga poniendo así, entonces, querida, nos vemos-y bajó del ascensor, silbando de nuevo.
Morá se quedó, entonces, sola en el ascensor y con más sonrisa que miedo, bajó los pisos que faltaban y salió del edificio. Sus manos sudaban por segunda vez en el día mientras la canción empezaba de nuevo, caminó las dos cuadras que la separaban del parque y se detuvo a esperar a que el semáforo cambiara, levantó la mirada y vio a Fer, caminando de un lado al otro junto al árbol que más sombra daba en todo el parque. El semáforo cambió y Mora empezó a caminar hacia el parque, de pronto, Fer dejó de caminar nervioso de un lado al otro, la vio y se detuvo. Mora llegó hasta Fer, él la miró sin decir nada y extendió sus brazos, ella quiso dudar, pero su corazón pudo más y se hundió en su abrazo.
--

martes, junio 7

Hilos

Padma toma un ovillo, juega por un rato con él como si fuera un yo-yo y, luego, lo toma entre sus manos, lo mira, le gusta el color y empieza a ensartar la lana en los palitos que tiene en las manos. Como si siguiera el ritmo de una rara canción, mueve los palitos uniendo nuevos puntos, creando algo nuevo. Si escuchas muy atento, la oyes tarareando la canción que la inspira a seguir y, si la miras a los ojos, puedes hasta conocer la letra de la triste canción que teje hoy. Padma teje porque la canción la hace tejer y, mientras teje, teje el sueño de alguien más, que cree que sus sueños los tejió él, que son su invento y son su gloria, no sabe que Padma, entre sus dedos, controla cada punto y une o desata lo que dicte la canción, no sabe que sus sueños pueden siempre cambiar, que ni él, ni Padma pueden decidir nada, ella debe tejer y él debe soñar, se olvida de que él puede elegir ya no soñar, de que él puede escoger solo vivir -solo vivir-.

Atreverse


Hola, Teo, hoy desperté viendo el mar y, en él, el reflejo del sol y pensando en cuánto me gustaría compartir esto contigo, la vista, la brisa, el mar y la vida. Escucho el mar y quisiera que sea tu silencio el que acompañe al mío, quisiera que sea tu mano la que tenga los dedos confundidos con los míos y tu sonrisa la que contagie a la mía bajo el sol. Cierro los ojos y recuerdo que fuiste tú quien decidió no acompañarme, quien escogió soltar mi mano en el momento en el que decidí atreverme a dejar brillar fuerte mis estrellas, en el momento hermoso en el que te vi y te dije "dejo todo, me voy al mar", en ese instante que te robé para contarte que empezaba a caminar sin importarme si dejaba huellas o si había un camino, que empezaba, por fin, a caminar. Con el mar acompañando mi llanto, puedo decirte que, por fin, soy, que atreverse no hace nunca más daño que esconderse en el temor, puedo contarte que hoy vivo emocionada, que cada instante lo vivo y lo siento por completo, quiero decirte que te extraño y espero que, cuando te atrevas, alguien tome tu mano, te contagie la sonrisa y bese, con su luz, tus ojos, que, cuando te atrevas, el sol brille fuerte y tus estrellas también, que no temas y que vivas y que sientas, que, por fin, seas. 
Te abrazo desde este lugar que dejó de ser cómodo y seguro para ser real y siempre emocionante, te escribo desde el intento, desde la libertad, confiando en que, en tu momento, tus estrellas llenarán todo de luz y tu libertad ocurrirá en todos los rincones y a todas horas. 
Te amo y abrazo fuerte. 
Gracia


Mateo cerró la carta, la guardó en su bolsillo y caminó hacia el avión.

lunes, junio 6

vita est

La vida es ese lunes por la mañana, que despiertas extrañando, la vida es, también, el viernes por la noche en el que solo quieres olvidar. La vida es tu siesta con la mía, la vida es su miedo y también son sus ganas. La vida es ese domingo en el que te atreviste a la locura, bajaste del tren y volviste a mirarla a los ojos. La vida es, también, la tarde del martes en la que no haces nada o la ducha después del trabajo, en la que pareces dejar al mundo de lado. La vida es mis mañanas de jugo de naranja y mis sábados de dormir hasta tarde. La vida es mirarte en el espejo, lavarte la cara y volver a empezar. Pero la vida también es mirarte en el espejo, volver a la cama y pausar.

La distancia y el tiempo no saben la falta que le haces a mi corazón

Y ver el cielo y pensar que, en algún lugar, una historia comienza y que, tal vez, en algún otro, otra termina. Y ver las nubes y pensar que hay lágrimas que nunca dejarán de caer y otras a las que no dejan salir. Y perderse en el azul y pensar que lo que sea que venga, vendrá, que perderse es, a veces, también, encontrarse y que el miedo no atrapa si nos permitimos libertad. Y ver mis pies y olvidar las alas, porque caminando puedo también volar.

domingo, junio 5

eternidá

De nada vale un para siempre si sus instantes no son eternidades. Una eternidad no está hecha de años o de siglos, una eternidad es ese momento que abarca todo, que no deja ningún espacio libre de ese momento, que llena todo el tiempo y el espacio. El para siempre más bonito es ese que, tal vez, no dura hasta la muerte, pero que, mientras dura, se siente eterno, se siente siempre, llena siempre, llena todo. Tal vez, vivimos para llenarnos de eternidades que duran dos minutos o que suceden en dos metros, pero que nos llenan por completo, tal vez, lo más sincero es nunca prometernos para siempres, sino, prometernos siempre eternidades, prometernos siempre vivir del todo, prometernos estar comprometidos con el instante que vivimos, con el instante que vivimos solos o acompañándonos. Tal vez, la forma más pura de ser eternos es siendo instantes.

Ver estrellas


Alonso tiene los ojos muy abiertos, con la cabeza levantada, mirando hacia arriba, concentrado en eso que lo tiene perdido. Amelia juega con sus rulos mientras lo ve curiosa: 
-¿qué miras, Alonso?
Él sigue perdido, embelesado, mientras sus ojos no paran de brillar.
-¡ALONSO!, ¿QUÉ MIRAS?
-¿ESTÁS MIRANDO LAS ESTRELLAS? 
-¿SON LAS ESTRELLAS?-le dice Amelia, mientras levanta la cabeza, buscando las estrellas.
-¡QUÉ LINDAS ESTÁN!¡CÓMO BRILLAN!
Alonso, que, hasta ese momento, parecía no escucharla, levantó un poco más la cabeza y empezó a mirar el cielo, buscando las estrellas. 
-¡Wow! Yo estaba viendo las figuras de las ventanas, ¡las estrellas están lindas!
Ahora, Amelia y Alonso miran juntos hacia el cielo, perdidos y felices, con ojos brillantes y atentos.

En realidad, hoy, este cielo no nos deja ver las estrellas, pero los niños son siempre capaces de ver, con la imaginación, eso que nosotros nos olvidamos de soñar o imaginar. Hoy, sueño con los días en los que volvamos a atrevernos a ver eso que imaginamos, en los que tengamos la valentía de, cada vez, ser un poco más niños, un poco más libres.

Encontrarse


Que el amor sea siempre luz, esa luz que inunda y alumbra todo, que nos permite ver todo lo que, sin él, no nos atrevemos a mirar, no podemos mirar. Que el amor sea siempre luz y nos abra los ojos a los miedos y a lo lindo, que nos permita abrazar la vida y las caídas, que nos encuentre y nos permita seguir buscando, que haga que dejemos de escondernos, que nos miremos a nosotros mismos, que miremos a los otros a los ojos. 
Que el amor sea siempre esa luz que irradia desde el centro de la panza iluminando todo, que alumbra nuestro andar y cobija nuestra alma, que el amor sea siempre la luz que nos permite ver, que nos hace vivir.

lunes, mayo 30

sonrisas que sonríen

Mirarte a los ojos había sido siempre extraño, siempre mágico, siempre distinto
perderme en ellos, en cambio, era natural, parte de mí, de nosotros
sonreír al compás de tu sonrisa era cotidianidad, calma, era paz.
Esa vez, por vez primera, vi tus ojos encendidos con una luz distinta, incendiados por una energía que, hasta ese momento, no conocía
y me perdí, como siempre que me atrapa tu mirada, me perdí y la luz de mis ojos se convirtió en antorcha, copió tu fuego y se adueñó de esa energía explosiva, renovadora, de esa energía que se comía todo lo que encontrara a su paso
mi sonrisa se encontró de cerca con la tuya y, entre tus labios, fue más sonrisa que nunca, estalló y me convirtió en el dibujo de una sonrisa, en el olor de un beso, en el sonido de tus dedos en mi piel, en la sensación de un ahora que se convierte en un siempre, que desdibuja el tiempo y repleta el espacio, que hace los límites borrosos hasta que desaparecen, me convirtió en la yo que siempre quiero ser.
Y así fue, nos hicimos luz, fuimos risa y nos perdimos hasta encontrarnos por completo.

Historias incompletas -III


Fer despertó sonriendo: había soñado con Mora. Al abrir los ojos, hasta creyó sentir su olor, volteó para abrazarla y recordó que ella no estaba a su lado, su sonrisa cambió y sus ojos parecieron perder un poco de luz. En cuanto estuvo un poco más despierto, abrió el cajón de su mesita de luz y sacó el pequeño librito que Mora le dio: el único cuento que -hasta donde Fer sabía- había escrito para él. El dibujo de la portada lo hizo sonreír, como siempre que se atrevía a leer el cuento y, al leer las primeras palabras, algo en su corazón pareció volver a despertar. Siempre le sorprendía cómo las cosas que Mora escribía lo movían, podían cambiar su estado de ánimo y, a veces, hasta su forma de pensar. Este cuento, probablemente, ya se lo sabía de memoria, pero siempre le gustaba leerlo hasta el final y hoy, sobre todo, necesitaba leer ese final, como si el que estuviera escrito en un libro fuera a hacer que se hiciera real. Él nunca había sido como Mora, de creer en la magia o en los sueños, siempre trató de estar más en la realidad, pero como todo lo que Mora hacía, leerla lo transformaba, cambiaba el aire y lo hacía si no creer, por lo menos, querer creer que ese final del cuento -que, en realidad, no era un final- donde Mora y él eran felices, podía ser verdad. Terminó de leerlo y sonrió, aunque Mora le había dicho que no quería verlo todavía, algo dentro de él todavía latía fuerte y lo que parecía su esperanza volvía a aparecer. Para él, haber hablado con ella la noche anterior había sido lo mejor de los últimos meses, aunque Mora moviera todo en su vida y le hiciera perder el piso, al mismo tiempo, la calma que le daba no tenía comparación, porque para Mora nada era demasiado preocupante, todo parecía fácil de su mano. 
Cerró el librito, cogió su celular y, sin pensarlo mucho, le escribió:
-"Buen día".

jueves, mayo 26

espacio público


Cada vez que un hombre me dice cosas en la calle, me acorrala en una discoteca o me toca sin mi permiso me pertenezco un poco menos y soy más del miedo, soy menos mía y más de todos esos que creen que pueden invadir mi mundo y perturbar mi tranquilidad, porque callo, porque me asusto y no reacciono, porque los dejo tener la situación en sus manos. Cada vez que dejo que el miedo gane, ese tipo que me grita estupideces en la calle después de silbarme sonríe un poco más y me mira como si yo fuera de su propiedad, como si, por ser mujer, tuviera que aguantar que me mire con deseo, que me haga gestos obscenos o me diga cosas que no quiero escuchar. 
Hoy ya no quiero callar, ni quedarme paralizada, quiero reaccionar, mirarlo a los ojos y enfrentar mi miedo, enfrentar a todos esos tipos que, al final, son todos uno mismo, que se cree dueño de todo hasta que alguien le hace frente y le dice "yo no te pertenezco". Y yo no le pertenezco, porque yo no soy de nadie, yo soy solo mía y para quien yo quiera, no soy de ese tipo y, desde hoy, tampoco soy del miedo.

Jaime


Jaime escribe para vivir, no porque escribir le dé dinero, sino porque le da vida y eso, para él, no solo es más importante, sino, fundamental. Jaime es profesor de profesión y todos los días, entre las 6 y las 8 de la mañana, antes de entrar a trabajar, camina entre los autos y los buses, cuando el semáforo está en rojo, para vender el último cuento que escribió, "La daga". Todos los lunes por la noche imprime una nueva entrega de su inventiva y el martes muy temprano hace copias para venderlas en la semana. El precio que les pone a sus cuentos es bastante simbólico, pero lo pone para que solo quienes, en verdad, quieran leerlos tengan acceso a ellos. 
Paulina hace taxi hace 3 años y medio y hoy amaneció cansada, está preocupada por pagar la pensión de Raulito y el alquiler del cuarto en el que viven, así que no durmió bien, pero eso no evita que salga a trabajar. Son las 7:13 de la mañana y ya se encontró con el semáforo interminable de la avenida que siempre busca evitar, se pone en rojo y un malabarista empieza a jugar con sus palitroques en frente de los autos detenidos. En ese momento de entretenimiento, apareció Jaime, sorteando espacio entre los autos, para acercarse a la ventana de cada conductor "Hola, ¿quiere leer? Es un cuento lindo. Yo escribo". Cada vez que dice "yo escribo" algo dentro de él se alimenta, renace un poco y él revive, su sonrisa crece y le da ganas de seguir buscando lectores. Jaime llegó a la ventana de Paulina y repitió su charla acostumbrada, ella, que no tenía ganas de comprar nada, le preguntó: 
-¿y eso te da para vivir? 
-no gano nada, pero escribir es lo que me mantiene vivo 
Lo miró a los ojos como sin entender y, al segundo, como quien ha entendido cuál es el secreto de la vida, sacó 3 soles y compró uno. 
Para Jaime, tal vez, la alegría de ese momento estuvo solo en obtener una nueva lectora, en poder compartir sus historias, pero, para Paulina, esa charla tan pequeña fue de una alegría inmensa porque le recordó cuántas ganas tenía ella de hacer otras cosas y, desde que hacía taxi, las había abandonado, sin darse cuenta, había postergado sus sueños y sus ganas, pero las palabras de Jaime la hicieron notar que podemos hacer muchas cosas a la vez o en distintos momentos, que no, por hacer una, ya eliminamos las otras opciones para siempre, que siempre podemos decidir vivir de nuevo y hacer lo que queremos hacer, porque, aunque eso extienda horas en nuestro día, nos extiende la sensación de vivir y disfrutar. 
Esa tarde, Paulina regresó a casa y bailó con Raulito como no bailaba desde que conoció a su papá, cuando, por fin, se fueron a dormir, Paulina ya no se sentía cansada y la preocupación parecía aguantable.

lunes, mayo 23

Abuela

Clemencia es una joven de una belleza particular, de rasgos distintos, cabello negro y de una mirada que parece reflejar todo lo bonito que hay en el mundo, unos ojos que brillan hasta cuando no hay luz. Clemencia cose mejor que todas sus hermanas y hace vestidos para todas, a ella no le gustan mucho las fiestas, ni nada de lo ostentoso, pero le encanta ver a sus hermanas bailando en sus vestidos; es, para mi gusto, demasiado recatada, no ríe abriendo la boca y, cuando lo hace, muestra poco los dientes o se cubre con alguno de sus abanicos. Cuando baja de algún auto, junta las piernas, cubre sus rodillas y parece flotar tan grácilmente como siempre que se mueve; casi siempre sus ojos sonríen más que ella, es rígida con todo lo que cree y la enoja que sus hermanas se comporten distinto a como ella cree que deberían hacerlo. Clemencia es bella, no le gusta cocinar y, cuando es su turno de hacerlo, prefiere coser un vestido para que alguna de sus hermanas la reemplace; canta canciones en italiano que aprendió de su mamá y reza siempre, nunca falta a misa, en octubre, siempre viste su hábito morado y le gusta pensar que tendrá un hijo cura. Clemencia tiene claro lo que quiere y en lo que cree, odia las bromas pesadas y las faltas de respeto, no es cariñosa, pero su amor se siente fuerte, porque nunca falla en demostrarlo. Clemencia es distinta y ahora no lo sabe, pero se va a enamorar de alguien que rompe algunos de sus esquemas y que, a veces, no sabe ser quien ella preferiría que sea.

Yo nunca fui una negadora, porque nunca me negué nada, siempre viví lo que quería vivir -siempre vivo lo que quiero vivir-, pero un día empecé a vivir con un fantasma, al que le daba la libertad de hacer que tema sentir, jugármela, que tema vivir. Después de algún tiempo entregada a ese fantasma, decidí volver a buscarme entre tanto miedo, entre tantas sombras y volví a encontrarme conmigo, a reconocer mis miedos, a mirarlos a los ojos y a recordar mi fuerza, mi entrega, mis ganas y me liberé, volví a sentir sin miedo, a tener ganas de jugármela, porque no podía vivir atrapada, porque no podía renunciar a mí y a todo lo que el miedo me frenaba de vivir. 
Todos somos negadores de algo, pero creo que nos toca no negarnos vivir, no negarnos nuestros sueños y nuestras ganas, no importa cuánto nos niegue la otra gente, nosotros estamos para decirnos que sí, para atrevernos a soltar el miedo y que él nos suelte, para decidir salir de nuestro frasquito de comodidad y flotar en el inmenso mar, para vivir. Estamos para decirnos que sí a equivocarnos y, en el camino, acertar, para hacer todo lo que queremos hacer, para jugarnos por un sueño que nadie cree posible, para dejarlo todo en lo que nos mueve, para caer rendidos después de un día de vivir siendo quienes nos morimos por ser, estamos para vivir.

jueves, mayo 19

Flotar


Cuando combatimos la vida, nos ganamos un dolor y una carga que no necesitamos, cuando le hacemos frente y nos ponemos recios a la vida, nos hacemos daño, nos frenamos, nos ponemos muros de lucha y de resistencia, cuando decidimos ir con la vida, creamos puentes, caminos, nos regalamos luz, cuando tomamos a la vida de la mano, la armonía nos regala la calma del ahora, cuando decidimos no apresurar a la vida, no empujarla, no frenarla, no apretarla, la vida nos abraza, con su llanto y con su risa, nos sigue dando vida, cuando decidimos no atormentarla, no atraparla, no golpearla, no resistirnos, flotamos, nos dejamos vivir, cuando decidimos vivir y no luchar para vivir, finalmente, vivimos. 
A la vida no hay que combatirla, hay que abrazarla, llorar con ella, sonreír a su lado y vivirla, siempre vivirla.

miércoles, mayo 18

eso

Eso que no sé cómo decir, pero siento cada vez que cierro los ojos y decido recordar
días de infinita luz
y palpable dulzura
abrazos, como los tuyos
dedos, como los míos
paseando sobre tu piel
conociendo tus lunares
mientras tú descubres los míos
tus labios
tus besos
tu ojos a través de mi pelo
tu olor
el mío en tu recuerdo
perturbando tu día
tus pestañas
y besarte la cara
mientras abrazas mi cintura
tu pecho
dormir sobre tu pecho
y besarte al despertar
tu cuello
las puntas de tus dedos
y esa sonrisa
que decidí comerme a besos.

martes, mayo 17

Historias incompletas -IV


-Hola
-Hola, Fer
-Te extraño, Mora, te extraño tanto
Mati tomó la mano de Mora entre sus manos y ella dejó caer las lágrimas que ambos ya sabían que se morían por salir
-Perdón, Mora, perdón
el corazón de Fer latía fuerte como cuando tomó la mano de Mora por primera vez
-¿Podemos vernos hoy? Necesito que hablemos 
-No sé, Fer, no sé si me haga bien 
-No quiero hacerte mal, pero hay cosas que hace falta decir 
-Sí, Fer, pero no creo estar lista para verte, tengo miedo 
-¿Puedo llamarte más tarde? 
-Sí, mejor, no puedo hablar ahora 
-Te llamo más tarde
Mora asintió en silencio 
-¿Mora? 
-¿Sí? 
-Gracias-y colgó.
Con el celular todavía en su mano izquierda, Mora aceptó el abrazo de Mati y, como hace varios meses, se cobijó en su hombro para llorar. Esta vez no sufría, ni lloraba porque extrañaba a Fer, lloraba porque haya vuelto, por la alegría de escuchar su voz y saber que eso no la dañaba, que en su corazón no había rencor y que, finalmente, iba a poder decir todo lo que calló en sus cartas. 
Fer se había quedado con la mente perdida en la única foto de ambos que tenía: la del marco que Mora le regaló un día cualquiera solo para hacerlo sonreír. Veía la foto y la sonrisa de Mora que siempre lo hacía sonreír buscando su sonrisa y tratando de mantener su valentía, su decisión de, por fin, verla de nuevo a los ojos, pero sus manos temblaban y un nudo en su garganta amenazaba con no dejarlo terminar ninguna frase. Tomó un vaso de agua como pudo, tomó su abrigo y salió de casa sin decir nada. No sabía bien a dónde iba, ni si iba algún lado, solo se había sentido asfixiado en casa y necesitaba respirar, mientras caminaba vio el árbol que a Mora tanto le gustaba y cómo las flores abrían sus botones, pensaba en cuánto haría eso, a Mora, sonreír. Después de muchos días, no podía alejarla de su mente ni por un instante y, de alguna forma, eso lo alegraba, así que sonrió.

lunes, mayo 16

Historias incompletas -V


Mora decidió saltar porque recordó cuánto le había pedido a Mati ese salto y, al ver su sonrisa, recordó cuánto bien le hacía él todos los días y lo que significaba atreverse a saltar, entonces, abrió las manos, cerró de nuevo los ojos y saltó, su grito se ahogó pronto en llanto, pero era un llanto tormenta, fuerte, ruidoso, avasallador, de libertad, de botar lo que había callado hasta en sus cartas, colgó por un rato y luego fue libre de las cuerdas que la ataban al puente y de las cuerdas que la ataban a ella misma, las cuerdas que ella misma se impuso. Suspiró y, con los ojos todavía llorosos, abrazó fuerte a Mati.
-Gracias, tonto
-Qué bueno ver esa sonrisa, enana 
Tanto Mati como Mora sabían que esa sonrisa regresó después de mucho y Mora sabía que, por fin, volvía a ser libre de su miedo, que ya no estaba atada a temer, que, de nuevo, se atrevía a saltar, a vivir. 
Mientras caminaban hacia el tren, Mati decidió contarle a Mora sobre su conversación con Fer, sin saber si estaba bien hacerlo o si eso haría que Mora retrocediera, pero, como siempre, no pudo evitar decir lo que pensaba:
-Enana...hoy iba a venir Fer con nosotros 
Mora lo miró en silencio 
-Perdona, tal vez no debí decirlo ahora 
-No, está bien, ¿qué pasó?
-Le dije que no, que no creía que te iba a hacer bien 
-Bueno...¿él está bien?
-No sé, te extraña 
-Y yo a él, siempre, pero él decidió irse, Mati
-Yo sé, pero tu sonrisa me hizo pensar que estabas lista para saberlo
-Tal vez, sí, por lo menos, no estoy llorando 
ambos rieron y subieron al tren, Mora estaba sentándose cuando su celular empezó a vibrar, lo sacó del bolsillo y, después de tanto, vio ese número que no podía sacar de su memoria, porque no podía sacar a su dueño del corazón. Miró a Mati, él asintió y ella contestó.

jueves, mayo 12

Aviones de papel

Y, luego, aparecen días como hoy, en los que me gustaría escuchar tu voz o sentarme a tu lado y contarte de mi día mientras me escuchas mirándome a los ojos en silencio, poder llorar sin que me digas nada, solo llorar, dejar ir lo que hoy me hizo mal, lavar mi día, que no digas nada, porque no hace falta, que me acompañes mientras yo sola intento entenderme, pero que me acompañes. Y, luego, aparecen días como hoy y extraño tener tus consejos, tener tu perspectiva y extraño verte asintiendo y extraño tu abrazo mientras lloro, que, sin saberlo, me contiene y me libera y extraño; aparecen días como hoy y extraño tu compañía, extraño acompañarnos. Y, luego, aparecen días como hoy y quisiera pedirte que vuelvas, que me escuches y me regales, una vez más, tu confianza, quisiera tu sinceridad.

miércoles, mayo 11

Juegos

Jugamos a ser lo que podemos hasta que nos atrevamos a ser lo que queremos y, en el camino a atrevernos, perdemos nuestra fuerza y nos acostumbramos a ese juego y se convierte en nuestra rutina, entonces, nos creemos, por un rato más, que eso es lo que queremos, que eso es lo que buscamos, que, finalmente, es ahí donde nos toca estar y nos conformamos con eso que podemos ser. Luego, un día, entre tanta rutina, algo despierta el recuerdo de eso que no nos atrevimos a ser y mueve todo y derrumba eso que creíamos haber construido con solidez y, de nuevo, queremos atrevernos a ser, pero, tal vez, todavía no nos atrevemos del todo y pensamos que podemos volver a eso que podíamos ser, pero ya no es posible, porque ya pospusimos demasiado lo que queremos ser, porque nos morimos por ser lo que queremos ser, porque nos morimos por vivir. Entonces, y solo entonces, nos atrevemos a ser todo eso que tenemos miedo de ser y nos damos cuenta de que siempre pudimos ser lo que queríamos, que solo hacía falta atreverse, creer un poquito más, entonces, y solo entonces, dejamos de jugar un juego con un rol que no nos pertenece y jugamos a vivir siendo quienes siempre sabíamos que éramos, entonces, y solo entonces, nos atrevemos a vivir.
"me disfrazo de ti, te disfrazas de mí y jugamos a ser humanos en esta habitación gris"

lunes, mayo 9

Completo.


Lo mágico de Fer y Mora era que se daban el regalo de la cotidianidad, de sentirse libres siempre, no aprovechaban el día, lo vivían. No había desesperación por hacer lo que no habían hecho, por vivir lo que les faltaba vivir, habían ganas de disfrutar juntos, de compartir los días, de compartir la normalidad, que se convertía en magia constante, en aventuras extraordinarias, porque estaban juntos y eso bastaba. No hacía falta que se fueran a alguna isla bañada por aguas turquesas, porque caminar por la ciudad mientras se tomaban de las manos los emocionaba más que cualquier otra cosa y ningún restaurante francés se comparaba con la pequeña mesita de la cocina de Mora cuando desayunaban ahí después de despertar abrazados. La magia los llenaba todos los días que compartían juntos esa vida que parecía tan fácil cuando se abrazaban antes de dormir, esa vida que era tan fácil vivir si estaban de la mano.

Impregnado


A veces, ya no recuerdo tu rostro, ni el sonido de tu voz 
pero mis manos te tocan como si se supieran cada parte de tu piel de memoria
y mis labios te besan como si nunca hubieran dejado de hacerlo
mi cuerpo se encuentra con el tuyo como si no se hubieran perdido antes 
y mi corazón late con el tuyo como si siempre tocaran juntos la misma canción.

domingo, mayo 8

Historias incompletas -VI


Ese día, Fer despertó decidido a aceptar la invitación de Mati, sabía que Mora iba a estar ahí y eso lo impulsaba a saltar, para él, ese salto era más difícil que saltar del puente. Cuando despertó, llamó a Mati:
-Acepto
-¿Te pedí matrimonio y no me acuerdo?
-Acepto hacer puenting con ustedes-dijo muy nervioso como para reír 
-Ya no sé si sea bueno, veo a Mora mejorando...
-Pero podría aprovechar para que hablemos 
-Sí, no creo que sea bueno, deberían hablar los dos solos, además, no le dije que te invité
-Bueno...solo desperté con muchas ganas de verla, de hablar con ella 
-Y ¿por qué no le hablas? 
-Porque, al final, sigo siendo el de siempre...pásenla bien, cuídala, chau
y colgó. Con el teléfono todavía en la mano, pensaba en por qué no le había hablado a Mora desde que leyó su carta, en por qué no se atrevía a hablar con ella antes de mirarla a los ojos y en por qué había despertado con ganas de atreverse a estar frente a ella hoy. Desde que Mora se fue de su vida, él se mantenía al tanto de ella a través de Mati, que, aunque Fer no lo sabía, se guardaba información sobre cómo estaba. 
Una noche poco después de la carta, Mora lloró en un bar, con Mati como su confidente, dejó ir en palabras todo lo que su corazón no soltaba y le dijo cuánta falta le hacía Fer y cuánto le hubiera gustado contarle sobre su nuevo trabajo esa noche. Al día siguiente, Mati y Fer se encontraron en el barrio y él le preguntó sobre Mora, Mati nunca mencionó su llanto desconsolado y se limitó a hablarle a Fer sobre su nuevo trabajo, entendía que, si Fer la dejaba ir era porque ya no le hacía falta o, como Mora pensaba, no le había importado lo suficiente y él siempre iba a querer cuidarla, así que su forma de hacerlo era evitar que Fer supiera cuánto sufría todavía por él. 
Fer, entonces, pensaba que Mora iba bien, que había dejado atrás la idea de él, a pesar de que, desde su silencio, él no paraba de extrañarla y, justo como ella quería, la buscaba en todos lados, le había dejado un vacío. Su teléfono seguía en sus manos cuando decidió marcar el número de Mora, que seguía sabiéndose de memoria. Marcó y, después de que timbró por primera vez, decidió colgar.


viernes, mayo 6


"cada instante, un relato"

Paseos


Miranda veía por la ventana mientras su canción favorita sonaba fuerte en el auto de papá "esta vez todo es diferente, veo en ti la luz" cantaba contando los árboles que faltaban para llegar a casa. Su papá estaba concentrado en el camino, como siempre que Miranda era su copiloto, pero a ella le importaba poco y volteó a hacerle cosquillas, él sonrió, sus pequeños deditos no podían hacer mucho. 
-Papi, ¿a dónde se van las nubes? 
-A pasear por el mundo, gordita 
-¿Solas?
-A veces, solas, otras, acompañadas 
-Cuando no las vemos, ¿dónde están? 
-De paseo, conociendo otros cielos 
-¿Yo puedo ser una nube, pa?
-Claro, pero cada vez que el viento sople, te irías a otro lugar 
-¿Podría pasear por otros cielos?-preguntó mientras abría los ojos emocionada 
-Todos los cielos que quieras, mi amor 
-¿Y mamá y tú también pueden ser nubes?
-Somos un poco más pesados (Miranda rió), pero sí, aunque, otras veces, nos va a tocar ser el viento 
-¿Por qué? 
-Vamos a soplar fuerte para que puedas volar
Su papá detuvo el auto y Miranda se quedó mirando las nubes, pensando en lo mucho que la emocionaba conocer otros cielos, de otros colores, con nubes distintas, conocer al sol y, también, a la luna, a las estrellas, ¡a todas las estrellas!
-Gordita, ya llegamos-le dijo su papá mientras le abría la puerta y le extendía la mano para ayudarla a bajar
-Ya quiero ser una nube, papi
Él soltó su mano y sopló, y Miranda, por primera vez, voló.

jueves, mayo 5

Atrevida

¿Tan difícil es creer? Nos dicen que creer es algo tan imposible que es algo a lo que uno se atreve, entonces, creer termina siendo una osadía, un aventura, una lucha contra lo establecido. Nos han tapado tanto los ojos que ya nos creímos que creer es algo inverosímil, que pensamos que necesitamos desconfiar antes de decidir creer, que pensamos que creer nos daña, nos debilita. Yo elijo creer todos los días en que lo que siento es lo que es, en que lo que quiero es lo que busco y en mi alegría y en mi llanto, creo en mí y creo en la gente, creo siempre y, así, me voy deshaciendo del miedo, porque me atrevo a esta osadía tan natural, tan liberadora, porque me decido a tener el atrevimiento de creer, de sentir, de disfrutar, porque me atrevo todos los días a vivir.

martes, mayo 3

Historias incompletas -VII

Habían pasado 13 meses desde ese día, hoy Mora ya no lloraba contra la puerta de su habitación y esa había dejado de ser su habitación, ahora Mora vivía sola en un departamento chiquito, pero lleno de sus detalles, casi siempre con flores en algún florero improvisado y un par de cuadros tristes, que se atrevió a pintar cuando recién se mudó, colgados en su pequeña salita. Mati estaba invitado a desayunar y, como siempre, Mora despertó tarde, así que se bañó como pudo y se fue a comprar naranjas, pan, algunos dulces y, de regreso, hizo café y jugo de naranja. No había terminado de exprimirlas cuando el invitado llegó:

-estoy abajo, más te vale estar despierta

-estoy, ya te abro

y le dijo a Pedro por el intercomunicador que le abriera la puerta del edificio por favor, terminó de exprimir la última naranja, se lavó las manos y el timbre sonó.

-hola, tonto

-hola, enana, ¿bañada tan temprano?

-bueno, a veces, pasa

rieron y Mati se metió a la cocina a ver qué había preparado Mora:

-no sé si sea bueno comer tanto hoy

-BUENO, te comes todo o no salimos

Mati asintió y se sentó a desayunar, conversaron un poco sobre el último par de semanas en el que no se habían visto porque la universidad y el trabajo los tenían bastante ocupados y Mora no paró de reír como siempre que estaba con él, su amigo favorito. Terminaron de desayunar y, mientras Mora buscaba un abrigo, Matías había lavado todo, así que, cuando Mora estuvo lista, se fueron a tomar el tren. En el tren, Mati le contó sobre lo que había leído sobre la actividad que iban a hacer y ella se asustó un poco, pero trató de sonreír, luego se recostó sobre el hombro del tonto y durmió un poco. Cuando llegaron al lugar, el instructor ya los estaba esperando: iban a hacer puenting. El miedo de Mora crecía cada vez más, pero Mati parecía no poder controlar su emoción. Él fue el primero en saltar, gritó fuerte y, para cuando volvió al lado de Mora, tenía una sonrisa de paz que pocas veces se le veía. Ella ya tenía todo listo para saltar, menos a ella misma, porque el miedo estaba ahí, frenándola. Se puso en el lugar exacto desde donde debía saltar, tomó fuerza, respiró hondo, cerró los ojos y...no saltó. Aunque hoy ya no lloraba porque extrañaba a Fer, todavía la acompañaba el miedo a lanzarse, a entregarse del todo, a dejarse ir, hoy, ya no tenía su mano para sentirse del todo fuerte y del todo valiente. Se tenía solo a ella y a sus ganas de seguir volando, de no cerrar sus alas.