miércoles, octubre 28

Esta insensatez de vivir, sin saberlo, esperando una señal para seguir, para permanecer. Estas ganas locas de estar. Esta terquedad de creer. Esta debilidad por lo que no tengo. Esta locura de ser. 

Gravedad



Una fuerza gravitacional que me lleva hacia ti, que te busca y nos encuentra, que siempre nos encuentra...

Extrañar

Este vicio de extrañarte cuando aún pareces estar, este miedo a extrañarte como premonición de que te vas, esta locura de vivir extrañando a un extraño, estas ganas de extrañarte hasta abrazarte, este conjuro de necesidad, esta testaruda pensándote siempre, esta búsqueda de ti, este estado de nulidad, de desencuentro, de silencio. Extrañarte como el impulso de mi llanto, extrañarte en cada punzada en mi espalda, extrañarte al cerrar los ojos y verte intacto en mis recuerdos, extrañarte como si alguna vez fuera a volver a encontrarte, extrañarte hasta que el miedo me consume, extrañarte con estas entrañas que buscan escapar y fallar, una vez más, fallar. Extrañarte como si tú también lo hicieras, extrañar tus labios y tu abrazo, extrañar tus ojos y tu mano con la mía, dándome una paz que parece real, extrañarte. Extrañarte y terminar extrañándome.
Pierdo la fe en mí cada vez que espero encontrarme en alguien más. Recupero mis ganas y mi esperanza cuando quiero encontrarme en mí, en el único lugar en el que estoy. Mientras no me encuentre, no me sirve buscar en alguien más; mientras no me encuentre, terminaré perdiéndome en un otro; mientras no me encuentre, no he de parar de buscarme. 
A veces, me pierdo, olvido la dirección y busco encontrarme en alguien donde no estoy, a veces, olvido que no le pertenezco a nadie más que a mí -si es que me pertenezco- y quiero contención y soluciones que no son las mías. Hoy, recuerdo que me encontré y, en ese momento, le permití aparecer a alguien con quien disfrutarme, con quien compartir. Hoy, talvez, me perdí un poco de nuevo y vuelvo a mi búsqueda hasta terminar de encontrarme. Hoy, espero no perderme nunca más, porque me gusta tenerme, enfrentarme, mirarme y ser. Hoy sé que, efectivamente, me encontré y, en ese encuentro, recordé lo segura que estoy de lo que quiero, de lo que me gusta y de lo que soy. Hoy, me tengo y sé que caí, que no sé si vaya a levantarme, pero que viví, que me di lo que quería darme y que estoy para mí, que, no importa cuántas veces me equivoque, soy y que no busco a los demás para encontrarme, que los encuentro, sin buscarlos, para disfrutar, para vivir.

deseos

Caminar en canciones
Llorar sobre el mar
Nadar entre nubes 
Y acostarme en tus labios 
Para despertar en tu sonrisa. 

Arroparme en tus ojos
Soñar en la arena 
Bailar con la luna 
Y acostarme en tus labios 
Para despertar en tu sonrisa.

Y despertar en tu sonrisa
Para abrazarme a tus latidos. 

jueves, octubre 22

quiero

No me siento bonita casi nunca, suelo escudarme en creerme inteligente, a veces, intento ser graciosa, me gusta creer que estoy loca y que ese sea mi trampolín para atreverme, comer es de las cosas que más hago, por disfrute o por ansiedad, a mi pierna derecha le gusta temblar cuando estoy ansiosa -casi siempre-, casi nunca me sudan las manos, soy llorona y bailarina, me gusta cantar, aunque lo hago pésimo, no me gustan las despedidas, pero amo los reencuentros como amo los abrazos y los besos en la frente. Con él, todo eso pierde importancia, porque puedo ser, porque me gusta ser, porque soy. 
A veces, quisiera que a él le suceda lo mismo conmigo, que sienta que yo le doy la libertad de ser, que sienta que todo es más fácil, que lo demás deja de importar, quisiera tener, en él, el impacto que él tiene en mí, luego, recuerdo que, no importa si no soy yo, quiero que le suceda eso con alguien, que alguien le cambie así los días, la sonrisa y las ganas, que alguien lo mueva como él me mueve a mí, que alguien lo inspire y le dé fortaleza, que alguien lo ayude a vencer sus miedos como él, sin saberlo, me ayuda a mí.
Otras veces, quisiera ya no callarme y volver a ser, volver a decir, volver a perder el miedo, pero aún no puedo.
Todas las veces, quiero que sea libre y feliz.

domingo, octubre 18

Recuerdos

La idea de él. La sensación de vacío en mi panza. Mi reflejo de ojos brillosos. Sentir mis manos húmedas. La luz del ascensor. El sonido de la puerta. Los primeros pasos. Regresarme. Dudar. Mirarlas y pedirles volver. Decidirme. Por fin, volver a verlo. Encontrar sus ojos. Los pasos hasta él. Ese abrazo. Sentir su olor. La sensación de estar segura. Mi miedo a besarlo. Encontrar sus ojos emocionados. No querer soltarlo. Colgarme de su brazo. Caminar a su lado. Sonreír como tonta. Oír su voz. Reír. Una vez más, no querer soltarlo. Ver sus ojos. Suspirar. Acurrucarme en su pecho. Mirarnos a los ojos. Un nuevo primer beso. Sentirme plena. Robarle otro beso. Un abrazo más. Tomar su mano mientras comía. Darle besitos. Besarnos. Acariciar su pelo. Colgarme de su cuello. Su olor. Sentir la lluvia sobre nosotros. Tomarnos de las manos. Su hombro. Sus besos. De nuevo, no querer  soltarlo. Otro beso. Suspirar.
Mis lágrimas. Su voz. Sus ojos. Los míos. Mi intento de ser distante. Su olor. Un beso. Aferrarme a él. Dejar que tome mi mano. La puerta. El ascensor. Su abrazo. Sus besos. La calle. Otra vez, mis lágrimas. Caminar de la mano. Reír. Un beso. Otro. El silencio. Apretar su mano. Su hombro. Maldita sea, mis lágrimas. Un beso. El frío. El tren. La ventana. Otra vez, su hombro y mis lágrimas. Nuestras manos. Su voz susurrándome. De nuevo, no querer soltarlo. "Vamos a estar bien". Odiar soltarlo. Un nuevo último beso. Sonreír. Contener mi llanto. Sonreír a través de la ventana. Sus ojos. 

Mi problema

Mi problema es no poder dejarme estar con algo que me hace menos bien que algo que ya viví por miedo o por comodidad, mi problema es ya no conformarme con lo seguro, porque sé que hay algo que puede llenarme más. Mi problema es que sé que no quiero vivir con miedo a permitirme las opciones que me hacen más feliz.

sábado, octubre 17

Al final, no aprendimos nada.

Dejar volar.

Hay un niño que despertaba todos los días muy temprano, tomaba su mochila, ponía un frasquito en ella y salía a caminar por la ciudad. Cuando encontraba alguna pluma, la metía en el frasquito y su sonrisa se iluminaba, sus ojos parecían brillar un poco más y sus pasos se volvían más seguros y más ligeros, más tranquilos. Si encontraba alguna otra, también la metía en el frasquito y no podía evitar empezar a cantar, mientras sus pasos se volvían aún más ligeros. Si a estas dos se sumaba una tercera, le era inevitable sentir que la ligereza de sus pasos lo elevaba un poco del suelo y que ya empezaba a volar. En esos días de suerte, que lo dejaban llevar 3 plumas a casa, corría feliz hasta encontrar su puerta y tocarla apresurado "¡mamá, encontré más!". Le daba un beso a mamá y, sin quitarse la mochila, corría hacia el patio. En el patio lo esperaba ella, que parecía siempre feliz al verlo, hasta pensábamos que compartía su emoción. Se miraban por un rato hasta que ella rompía el silencio con alguna carcajada y él decidía contarle sobre sus hallazgos del día mientras sacaba con cuidado su frasquito. Se acercaba a ella con dulzura y abría el frasquito para sacar las plumas con cuidado y ponérselas de a poquitos. Ella se quejaba un poco, pero luego parecía sonreír. 
Un día, el niño despertó y fue a verla antes de salir "hoy consigo la que falta, lo prometo". Se despidió de mamá con un beso y salió antes de que el sol terminara de despertar. Esta vez, no fue necesario caminar mucho, la pluma estaba ahí, tan cerca de casa y tan hermosa, brillante y azul. Se acercó con pasos cuidadosos, abrió el frasquito y, por última vez, metió una pluma en él. Decidió caminar a casa cantando y, cuando llegó, espero a que mamá abriera la puerta sin gritar desde afuera, solo tocó. Abrazó a mamá conteniendo su emoción y fue hacia el patio, donde, como siempre, ella lo esperaba. Sacó el frasquito con muchísimo cuidado y le enseñó la pluma antes de ponérsela con mucha tranquilidad. Se alejó un poco de ella y las lágrimas empezaron a caer: su cacatúa, por fin, tenía el ala derecha completa. "Ya puedes volar, Galatea" dijo sonriendo y la vio extender sus alas con emoción. Galatea tardó un poco en alzar vuelo, pero, en cuanto lo hizo, voló alto, se detuvo un momento en el aire, miró al niño y así, sin despedidas, se alejó. 
Hoy, ese niño aún espera que el ala que le dio a Galatea le permita volar de regreso a su patio, a reír con él. Ahora, el frasquito está vacío sobre una mesa que él usa para dibujar plumas todos los días y los pasos que da ya no lo hacen sentir que vuela, piensa, cada vez más, que está atado al suelo.

lunes, octubre 12

Que te tomen de la mano para mantenerte a flote, no para hundirte. 
Que decidan acompañarte, no cambiarte.
Que quieran aprender contigo y de ti.
Y que vivan contigo para que vivas más fácil, no para evitarte vivir.

viernes, octubre 9

Amar es la forma más bonita de dejar ser.

martes, octubre 6

Nunca pude.

viernes, octubre 2

Necesito un reloj distinto, un reloj que empuje el tiempo hacia donde quiero llegar, un reloj que alargue mis horas contigo y acorte los días sin ti, un reloj que atrape el tiempo y me lo dé para disfrutarlo contigo. Necesito un reloj.
Ella quería cuidarlo siempre, sanar sus heridas y evitarle el dolor. Nadie le avisó que el dolor es parte del aprendizaje, ni que, sin importar cuánto quería cuidarlo, algo siempre lo iba a tocar, se olvidaron de decirle que las heridas sanaban, pero que iban a dejar cicatrices. Aunque no lo sabía, lo aprendió y, aún así, decidió intentar cuidarlo y besar sus cicatrices, acompañarlo cuando apareciera el dolor, porque quería estar, porque no quería dejarlo nunca sentirse solo.