miércoles, junio 29

•elegir•


en la vida, estamos eligiendo siempre, pero nos olvidamos de que, al elegir algo, no estamos dejando para siempre las otras opciones, siempre podemos volver a elegir, elegir algo nuevo o dejar de elegir lo que elegimos hace tiempo
somos seres cambiantes, con miedos, ganas y convicciones que, a veces, cambian, se transforman y, mientras podamos, toca elegirnos, elegir lo que nos hace felices o nos lleva a ser felices, elegir lo que, en este momento, mueve nuestros pies e ilumina nuestros ojos 
al final, lo peor que puede pasar es que nos equivoquemos y, aún cuando eso pasa, nos queda la opción de elegir algo distinto

me elijo a mí, elijo mi sueño de ahora y mis ganas actuales, lo demás, elijo manejarlo y vivir, elijo atreverme y elijo abrazar mi vida y que caminemos juntas de la mano o nos tiremos a llorar cuando haga falta, elijo no restringirme y que mis miedos sean más pequeños que yo y que mis ganas, me elijo a mí.

Cosas que debes hacer antes de morir

Vivir.

sonámbulos


Tomas la mano de alguien y, de pronto, pareces despertar, sentir todo, ver todo, vivir todo. 
Un día, sus manos se sueltan, dejan de acompañarse y no duermes, tampoco sueñas, sino que vives a medias, a medio despertar, sabes que estás andando porque ves tus pies moviéndose, pero no eres tú quien da los pasos, ves poco y no ves nada realmente, sientes poco o, tal vez, no sientes y ¿vives? 
El tiempo parece detenido, en una pausa constante, que, a veces, te angustia y, otras, te adormece aún más, quieres que el tiempo vuelva a andar, pero que ande todos los segundos que tomes esa mano en especial.
Un día, sus manos se sueltan y pareces soltar un poco la vida, pareces alejarte de la realidad y quieres, con todas tus ganas y, también, con todos tus miedos, volver a tomar su mano y, así, volver a despertar y, así, volver a vivir.

lunes, junio 27


¿Y si te pido volver a casa una vez más? 
Que te cobijes en mi abrazo hasta flotar.

viernes, junio 24

Candados parisinos

Un mundo donde se usan candados como símbolos de amor es un mundo que sigue viendo el amor como una prisión y no como la más absoluta y bella libertad. Mientras sigamos pensando que un candado puede guardar el amor, que el amor es algo que tenemos que apresar, guardar cerrado, no creo que podamos sentir el amor en todo su esplendor, ni, tampoco, la libertad. Nada puede representar al amor más que el amor en sí, amar es libertad, es abrirse por completo, es vivir, no encerrar, no aprisionar, liberar.

martes, junio 21

otras muchas

Y, a veces, hasta siento que al mismo tiempo nos extrañamos, nos buscamos, nos recordamos y, otras muchas, siento que ya olvidaste, que no extrañas, ni buscas, que ya no recuerdas.
Y, a veces, me siento cerca de, de nuevo, mirarte a los ojos y sonreírte y, otras muchas, siento que mi sonrisa no te falta y ya no quieres ver mis ojos.
Y, a veces, elijo recordar y, otras muchas, recuerdo porque sí, porque todavía pareces ser parte de mí.

lunes, junio 20

hay recuerdos que decidimos conservar
hay miedos con los que elegimos vivir, sin dejarlos tomar las riendas, les permitimos estar y podemos vivir, pero un día se nos olvida que la elección es nuestra y los dejamos gobernar, asustarnos y frenarnos y es ahí cuando caemos, cuando tememos y nos paralizamos, cuando, sin querer, dejamos de vivir

domingo, junio 19

s a l t a r


A veces, decidimos ponernos techo por estar cómodos, por sentir que, en algún punto, estamos seguros o cercanos a la seguridad, deja de importarnos qué es lo que queremos o qué nos mueve y optamos por lo que, por ahora, podemos, por lo que no nos representa un salto de fe, por lo que no nos da miedo, por lo que no reta nuestra comodidad. Hace algún tiempo, yo decidí hacer ese salto de fe, dejar mi comodidad, lo seguro y decidirme por lo que quiero hacer, por lo que me mueve, por lo que hace que mi corazón lata más fuerte que mis miedos, los que temen, temieron por mí y por mi nuevo comienzo, porque decidí escapar de mi comodidad, temieron por mí y por mis siempre locas ganas de cumplirme mis deseos y temieron porque amarme es, para ellos, protegerme de los miedos que a ellos los asustan, otros pocos que temen por ellos, decidieron no temer por mí y apoyar mi locura, mi salto y mis ganas y, en su apoyo, encontré la pizca de fe que me hacía falta para soltar mis cuerdas, para abrir mi jaula y, con su apoyo, estoy cerca de completar mi salto y empezar de nuevo, de lanzarme tras un sueño que pospuse, para cumplirme ese y otro nuevo y aprender, tal vez, también -y seguramente- para equivocarme, pero intentar, regalarme vida y no negarme nada de lo que quiero. 
Hoy, cuando falta poco para completar mi salto, me doy cuenta de que no temo, este salto me emociona y alimenta mis ganas de vivir todo lo que venga, hoy, cuando falta poco para completar mi salto, sonrío.

viernes, junio 17


y, a veces, en silencio, extraño de nuevo
y, a veces, con los ojos cerrados, recuerdo una vez más

jueves, junio 16

ser humano


Hay personas, momentos y lugares específicos que sacan el humano que somos dentro, que nos permiten liberar quién somos en el fondo. No siempre les permitimos a esas personas, esos lugares o esos momentos liberarnos, porque tememos, porque nos aferramos a nuestras máscaras, a los disfraces que decidimos llevar, porque, en el momento en el que dejamos abierta nuestra jaula, sabemos que nos volvemos vulnerables, que somos, por completo, lastimables, que, si al otro se le antoja, somos presas, entregadas y listas para ser destrozadas, creemos que nos volvemos débiles, pero olvidamos que liberarnos, abrir la jaula, nos vuelve más fuertes que nunca, porque nos hace libres, la máscara cae, el disfraz no importa más y somos solo nosotros, quienes más queremos ser, quienes más en el fondo somos. 
A veces, nos toca permitirnos la libertad, aunque sea con una persona en un lugar y momento específicos, permitirnos andar sin máscara, permitirnos sonreír o llorar sin temer, o temer sabiendo que no está mal, permitirnos libertad y sinceridad con nosotros mismos, permitirnos ser.

lunes, junio 13

Confiar


Despertar, salir de la cama, lavarse la cara y los dientes, desayunar, vestirse y salir a desconfiar del otro, salir a defenderse del otro o a atacarlo, nunca entenderlo, mucho menos, respetarlo, vivir el día desconfiando, temiendo, frenando, vivir a medias si eso es, siquiera en algún sentido, vivir, llegar a casa, comer, bañarse, dormir y soñar que el otro te daña, te ataca. 
Esa es la rutina en la que la gente espera que vivamos los que creemos en la gente -los siempre locos a los que se nos ocurre confiar en que la gente todavía puede decidir guiarse por el amor, por la vida y no por el miedo-, pero yo decido vivir confiando, porque me cansa desconfiar, me vuelve perseguida pensar que siempre van a hacerme daño, en cambio, es más fácil vivir confiando en que, tanto como pueden dañarte, pueden hacerte bien, decido creer que la gente quiere hacer bien y que la que no, la que daña, la que ataca es porque nadie se atrevió a confiar en ellos o porque ellos decidieron desconfiar de todos. Prefiero pensar que la gente necesita confiar para vivir mejor, que, si confiamos, duele menos caer, porque, si decidimos confiar, probablemente, siempre haya una mano que tome la nuestra y se atreva a creer, confío que no hace falta desconfiar, siempre está la opción de lastimar y salir lastimado, pero siempre está, también, la opción de creer y de que crean en ti, de sanar y vivir de nuevo.

Historias incompletas -II

Como siempre, Mora despertó mucho después que Fer -finalmente, era su día libre y la noche anterior había sido fuerte para ella, había movido cosas que no esperaba que se movieran- y, en cuanto lo hizo, repitió su rutina acostumbrada de cuando amanecía sin él: tomar su celular y encender la pantalla. Desde hace algunos meses, ya no lo hacía esperando un mensaje suyo, eran, sobre todo, la costumbre y su necesidad de saber la hora para empezar el día las que la llevaban a hacerlo, pero, esta mañana, de nuevo, algo en ella esperaba leer un mensaje de Fer. La pantalla se encendió y, como si sus deseos pudieran cumplirse de nuevo, estaba el mensaje de Fer, lo vio y sus ojos cambiaron, ella terminó de despertar y, sin querer, sonrió mientras escribía "buen día, Fer". Mientras se paraba para cepillarse los dientes, su celular sonó "me tomé el día, ¿podemos vernos?". Una vez más, Mora sonrió sin querer y, como pocas veces en la vida, sus manos empezaron a sudar, se sentó en su cama con el celular entre sus manos y, por algunos minutos, solo lo miró hasta que, por fin, decidió responder "bueno, veámonos". Con el celular en la mano, a Fer le costaba creer lo que leía, así que la llamó:
-Hola, Mora-dijo muy rápido, sonando entusiasmado
-Hola, Fer-respondió (son)riendo
-¿Paso por tu casa?
-No sabes dónde está mi casa, Fer-rió de nuevo
-Es verdad, ¿dónde nos vemos?
-¿En el parque al que nos gustaba ir puede ser?
-Bueno, ¿a qué hora? Yo estoy listo, eh
-No sé, en un par de horas, calcula que desperté hace un rato
-Siempre dormilona...¿y si desayunamos ahí?
-Bueno, entonces, a las 11
-Listo, yo llevo el desayuno, no te preocupes
-Dale, nos vemos en un rato
-Gracias, Mora
Y Mora colgó, con más preguntas que alegría resonando en su mente, seguía sin saber si estaba bien volver a verlo, volver a dejarlo entrar en su vida, volver a hablar con él tranquila, como si nada hubiera pasado, pero su siempre fuerte sentido de vivir le recordó que estaba bien hacer lo que sentía en el momento, lo que quería hacer y la verdad era que todos esos meses sin él había querido verlo, abrazarlo de nuevo y hablar, solo hablar, así que puso su canción favorita y se metió a la ducha. Como casi siempre que iba a verlo a él, no le importó mucho qué ponerse, se cambió, se peinó y salió hacia el parque, que -aunque Fer no lo sabía todavía- estaba a dos cuadras del departamento en el que vivía ahora. Se puso sus audífonos, subió el volumen de esta canción,
 salió de casa y se paró a esperar el ascensor mientras su corazón empezaba a latir un poco más fuerte y ella se ponía un poco más nerviosa. Llegó el ascensor, subió y se encontró con don Ramiro, que, como siempre, silbaba alguna canción vieja:
-Morita, ¿cómo va todo?
-Bien, don Ramiro, ¿cómo est-
-Te ves distinta, Morita, ¿qué pasó?
-La vida-sonrió nerviosa
-Ojalá la vida te siga poniendo así, entonces, querida, nos vemos-y bajó del ascensor, silbando de nuevo.
Morá se quedó, entonces, sola en el ascensor y con más sonrisa que miedo, bajó los pisos que faltaban y salió del edificio. Sus manos sudaban por segunda vez en el día mientras la canción empezaba de nuevo, caminó las dos cuadras que la separaban del parque y se detuvo a esperar a que el semáforo cambiara, levantó la mirada y vio a Fer, caminando de un lado al otro junto al árbol que más sombra daba en todo el parque. El semáforo cambió y Mora empezó a caminar hacia el parque, de pronto, Fer dejó de caminar nervioso de un lado al otro, la vio y se detuvo. Mora llegó hasta Fer, él la miró sin decir nada y extendió sus brazos, ella quiso dudar, pero su corazón pudo más y se hundió en su abrazo.
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martes, junio 7

Hilos

Padma toma un ovillo, juega por un rato con él como si fuera un yo-yo y, luego, lo toma entre sus manos, lo mira, le gusta el color y empieza a ensartar la lana en los palitos que tiene en las manos. Como si siguiera el ritmo de una rara canción, mueve los palitos uniendo nuevos puntos, creando algo nuevo. Si escuchas muy atento, la oyes tarareando la canción que la inspira a seguir y, si la miras a los ojos, puedes hasta conocer la letra de la triste canción que teje hoy. Padma teje porque la canción la hace tejer y, mientras teje, teje el sueño de alguien más, que cree que sus sueños los tejió él, que son su invento y son su gloria, no sabe que Padma, entre sus dedos, controla cada punto y une o desata lo que dicte la canción, no sabe que sus sueños pueden siempre cambiar, que ni él, ni Padma pueden decidir nada, ella debe tejer y él debe soñar, se olvida de que él puede elegir ya no soñar, de que él puede escoger solo vivir -solo vivir-.

Atreverse


Hola, Teo, hoy desperté viendo el mar y, en él, el reflejo del sol y pensando en cuánto me gustaría compartir esto contigo, la vista, la brisa, el mar y la vida. Escucho el mar y quisiera que sea tu silencio el que acompañe al mío, quisiera que sea tu mano la que tenga los dedos confundidos con los míos y tu sonrisa la que contagie a la mía bajo el sol. Cierro los ojos y recuerdo que fuiste tú quien decidió no acompañarme, quien escogió soltar mi mano en el momento en el que decidí atreverme a dejar brillar fuerte mis estrellas, en el momento hermoso en el que te vi y te dije "dejo todo, me voy al mar", en ese instante que te robé para contarte que empezaba a caminar sin importarme si dejaba huellas o si había un camino, que empezaba, por fin, a caminar. Con el mar acompañando mi llanto, puedo decirte que, por fin, soy, que atreverse no hace nunca más daño que esconderse en el temor, puedo contarte que hoy vivo emocionada, que cada instante lo vivo y lo siento por completo, quiero decirte que te extraño y espero que, cuando te atrevas, alguien tome tu mano, te contagie la sonrisa y bese, con su luz, tus ojos, que, cuando te atrevas, el sol brille fuerte y tus estrellas también, que no temas y que vivas y que sientas, que, por fin, seas. 
Te abrazo desde este lugar que dejó de ser cómodo y seguro para ser real y siempre emocionante, te escribo desde el intento, desde la libertad, confiando en que, en tu momento, tus estrellas llenarán todo de luz y tu libertad ocurrirá en todos los rincones y a todas horas. 
Te amo y abrazo fuerte. 
Gracia


Mateo cerró la carta, la guardó en su bolsillo y caminó hacia el avión.

lunes, junio 6

vita est

La vida es ese lunes por la mañana, que despiertas extrañando, la vida es, también, el viernes por la noche en el que solo quieres olvidar. La vida es tu siesta con la mía, la vida es su miedo y también son sus ganas. La vida es ese domingo en el que te atreviste a la locura, bajaste del tren y volviste a mirarla a los ojos. La vida es, también, la tarde del martes en la que no haces nada o la ducha después del trabajo, en la que pareces dejar al mundo de lado. La vida es mis mañanas de jugo de naranja y mis sábados de dormir hasta tarde. La vida es mirarte en el espejo, lavarte la cara y volver a empezar. Pero la vida también es mirarte en el espejo, volver a la cama y pausar.

La distancia y el tiempo no saben la falta que le haces a mi corazón

Y ver el cielo y pensar que, en algún lugar, una historia comienza y que, tal vez, en algún otro, otra termina. Y ver las nubes y pensar que hay lágrimas que nunca dejarán de caer y otras a las que no dejan salir. Y perderse en el azul y pensar que lo que sea que venga, vendrá, que perderse es, a veces, también, encontrarse y que el miedo no atrapa si nos permitimos libertad. Y ver mis pies y olvidar las alas, porque caminando puedo también volar.

domingo, junio 5

eternidá

De nada vale un para siempre si sus instantes no son eternidades. Una eternidad no está hecha de años o de siglos, una eternidad es ese momento que abarca todo, que no deja ningún espacio libre de ese momento, que llena todo el tiempo y el espacio. El para siempre más bonito es ese que, tal vez, no dura hasta la muerte, pero que, mientras dura, se siente eterno, se siente siempre, llena siempre, llena todo. Tal vez, vivimos para llenarnos de eternidades que duran dos minutos o que suceden en dos metros, pero que nos llenan por completo, tal vez, lo más sincero es nunca prometernos para siempres, sino, prometernos siempre eternidades, prometernos siempre vivir del todo, prometernos estar comprometidos con el instante que vivimos, con el instante que vivimos solos o acompañándonos. Tal vez, la forma más pura de ser eternos es siendo instantes.

Ver estrellas


Alonso tiene los ojos muy abiertos, con la cabeza levantada, mirando hacia arriba, concentrado en eso que lo tiene perdido. Amelia juega con sus rulos mientras lo ve curiosa: 
-¿qué miras, Alonso?
Él sigue perdido, embelesado, mientras sus ojos no paran de brillar.
-¡ALONSO!, ¿QUÉ MIRAS?
-¿ESTÁS MIRANDO LAS ESTRELLAS? 
-¿SON LAS ESTRELLAS?-le dice Amelia, mientras levanta la cabeza, buscando las estrellas.
-¡QUÉ LINDAS ESTÁN!¡CÓMO BRILLAN!
Alonso, que, hasta ese momento, parecía no escucharla, levantó un poco más la cabeza y empezó a mirar el cielo, buscando las estrellas. 
-¡Wow! Yo estaba viendo las figuras de las ventanas, ¡las estrellas están lindas!
Ahora, Amelia y Alonso miran juntos hacia el cielo, perdidos y felices, con ojos brillantes y atentos.

En realidad, hoy, este cielo no nos deja ver las estrellas, pero los niños son siempre capaces de ver, con la imaginación, eso que nosotros nos olvidamos de soñar o imaginar. Hoy, sueño con los días en los que volvamos a atrevernos a ver eso que imaginamos, en los que tengamos la valentía de, cada vez, ser un poco más niños, un poco más libres.

Encontrarse


Que el amor sea siempre luz, esa luz que inunda y alumbra todo, que nos permite ver todo lo que, sin él, no nos atrevemos a mirar, no podemos mirar. Que el amor sea siempre luz y nos abra los ojos a los miedos y a lo lindo, que nos permita abrazar la vida y las caídas, que nos encuentre y nos permita seguir buscando, que haga que dejemos de escondernos, que nos miremos a nosotros mismos, que miremos a los otros a los ojos. 
Que el amor sea siempre esa luz que irradia desde el centro de la panza iluminando todo, que alumbra nuestro andar y cobija nuestra alma, que el amor sea siempre la luz que nos permite ver, que nos hace vivir.