miércoles, junio 27

aún hoy

te escribo hoy porque sé que nadie más, como tú, me entendería, porque sé que nadie más, como tú, me haría entender y me lastima pensar en lo irónico que es esto, en lo estúpido que es pensar que la única persona que me lastimó de una manera tan horrible es la única persona en la que, en realidad, depositaría toda mi confianza, porque, aún hoy, te creo incapaz de lastimarme, aún hoy, te pienso como el hombre del que me enamoré, porque, aún hoy, veo en ti mi fortaleza, porque, a pesar de todo, sigues siendo, para mí, el único amigo fiel en el que puedo caer, frente al cual puedo ser débil y del que oiré la solución; me encargo, siempre, de alejar a quienes quiero, de desaparecerme de a quienes les importo, pero contigo no lo hice, contigo, por primera vez, quise quedarme, quise permanecer y tú no quisiste que lo haga y, aún hoy, te escribo pensando que hablarás conmigo, que me dirás lo que sólo tú sabías que quería escuchar y que, una vez más, me calmaré y sabré qué hacer, pero, aún hoy, estoy segura que es este sólo otro de mis tantos sueños 

lunes, junio 25

Eran una ella y, además, un él, a los que nadie nunca les habló de amor, eran dos extraños reilones y simpáticos, ella era coqueta, él, un donjuán; la noche los juntó y los invitó a pasar, tomaron un trago, talvez, dos y parecían estar listos para lo que venía: la historia de amor que los unió, como a nosotros, como a ti, con ella, como a mí, antes, con él, como, probablemente, nosotros después. Se equivocó la noche, no estaban listos, como nunca nadie está, para vivir eso con lo que todos sueñan (soñamos), pero a lo que todos temen, no estaban listos, pero aprendieron, se enamoraron, pero, más importante, vivieron.
¿Y si me tomas de la mano? Sería lindo, ¿no? que me hagas sentir que nada falta, que ya no hay miedos (sí, aunque sea mentira), que no piense, por un instante, que no piense, que sólo sienta, que sólo lata. ¿Y si te tomo de la mano? Y te doy fuerzas y te consuelo y, después, quizás, si tengo suerte, te beso. ¿Y si nos tomamos de las manos? 


Y nos amamos.

el perdón

Perdona si vomito: nunca antes albergué esta sensación: perdona si me río, me pone nerviosa estar tan cerca; perdona que te escriba y no te hable, a veces, me gusta ser tímida; perdona que me ausente y luego vuelva, perdona que vuelva, te perdono si parece que nunca me fui, pero no seguiré, porque me gustaría que supieras cuando estoy y cuando no; perdona si sueno confusa, aunque, casi siempre, sea todo, menos compleja; perdona si estornudo y no respondo a tu 'salud', no sé porque no lo hago; te perdono que sonrías, porque me encanta verte sonreír; perdona mis silencios, me pasa cuando pienso; te perdono pensar que eso no debe pasar muy a menudo, soy habladora, o lo soy contigo; perdona esta locura, soy así.

el lugar en el que siempre quise estar

Nunca paré de cometer errores, ni planeo parar, vivir es eso, errar y aprender, o, a veces, sólo errar y volver a errar, reírse del error y seguir. 


Sin notarlo, he llegado a un lugar en el que amo estar, después de mucho, me siento feliz, porque encontré un lugar al que pertenezco, llegué después de errores (y gracias a ellos), llegué aquí sin pensar, con tan sólo sentir, llegué desde antes, talvez desde siempre, sólo que recién hoy sé que estoy, estoy en mí y ¡qué rico se siente estar acá!
Tengo a mi mente repleta de antojos, a mis pies, rebalsando de ideas y a mi estómago, con ganas de andar y me tengo a mí, lista para cumplirme todos mis deseos.

la locura

En algún momento, todavía no sé cuándo, el restaurante se convirtió en una de mis locuras favoritas. No me pregunten por qué, creo que sólo alguien que vive esta experiencia puede entender lo que significa pasar tu vida entre comandas, platos y cuentas por cobrar. Nadie me dijo, tampoco, que encontraría el amor así, en un trabajo, pero pasó, me enamoré, me enamoré de esa gente con la que, ahora, comparto mis fines de semana, me enamoré del olor de los makis, los ebis y el salmón, me enamoré, además, del rush y el delirio que te llena cuando te falta algún pedido (o todos), como lo hice de los de bar, con sus bromas, enojos y desapariciones, también me enamoré de mis clientes, de todos, de los chinchosos, de los déspotas, de los amables, los amorosos, los ingenuos, los niños, los tontos, los papás, las familias, las mamás, de la tía, de la abuela, del primo que vino de Venezuela y se muere por probar los makis, de la bebé con ganas de jugar y hacer lío, del niño que no para de interrumpir jugando con su carrito, me enamoré del chileno que siempre pide lo mismo y siempre se queja, pero siempre vuelve, porque, como yo, él también se enamoró, de nosotros, de los makis, de la locura, de la diversión, porque le contagié (o le contagiamos) ese amor. Ese amor que me nació cuando pensé que iba a odiar trabajar, cuando estaba llena de miedos y sólo pensaba que podía equivocarme, sin querer, esa locura se hizo mi salvación, la más bonita de todas, la que me enseña, me golpea, me hace caer y, con las mismas, me levanta y me hace reír, me enamora, porque es así, todos los días me enamoro un poco más del lugar, de la gente, de la comida, de los clientes, del rush y la locura, de los makis, de los chistes, de la vida. Nadie me dijo, no me contaron, no me avisaron, no me dijeron, pero me enamoré de mi primer trabajo y lo hago cada que veo a esos locos a los ojos, cada que me abrazan y los abrazo, cada que silban como saludo, cada que me reclaman no haberlos saludado, cada que se enojan porque no hay platos o porque algo se acabó, cada que compartimos miradas porque, justo cuando pensamos que el día está a punto de terminar, llega más gente, cada que se ríen cuando alguien comete un error, cada que se enojan cuando alguien comete un error, con cada abrazo, cada sonrisa, cada mirada, me enamoro y me salvo un poco más. Talvez no sea algo bueno, porque, en algún momento tendrá que haber una despedida, me iré yo o alguno de ellos, llevando su mandil y su sonrisa a otro lugar, cambiando de oficio o decididos a no hacer nada; pero el amor que le tengo a esa gente, a ese grupo humano, nadie me lo quita y eso, de ninguna manera, puede ser algo malo. A todos ellos, los que están, los que ya no, los que están a veces y a los de siempre, que hoy, para mí, son una familia más, los amo, de la manera más sincera y caprichosa, los amo.

lunes, junio 11

la razón

Muchas veces reaccionamos de una manera que la gente suele catalogar de 'irracional' y, bueno, tiene razón. Reaccionamos de manera irracional cuando chocan con lo que sentimos, con aquello que está vinculado a lo figurativo de nuestro corazón, cuando chocan con nosotros y nuestra seguridad de estar siempre en lo correcto. Está bien, está bien reaccionar, es parte de nosotros, de quienes somos, por muy racionales que quisiéramos ser, terminamos siendo irracionales, viviendo a partir de lo que sentimos, de las emociones, las alegrías y los llantos y qué rico es, ¿no? (ya sé, seguro cuando lloras, no, pero hasta ahí, date cuenta, es rico) ¿saben por qué es rico? porque, COMO TODO, es parte de crecer, de vivir. Yo soy irracional, esa es la manera en la que vivo, en la que sueño, lloro y sonrío. Al final, mi vida, yo elijo cómo vivirla.