jueves, abril 29

prescindir de mí

 Tantas veces me encuentro llorando partidas que todavía no fueron o que nunca serán, tantas otras, temo sobrevivir a esas despedidas y no ser efímera como, cada vez más, quiero ser. A la muerte no le temo, a la supervivencia sí, a sobrevivir a mis amados, a sobrevivir a mis pérdidas, no le temo a estar sola, le temo a seguir viviendo en el dolor, a seguir siendo necesitada, le temo a no ser prescindible y me aterra generar necesidad, porque si, aunque sea por un momento, alguien sabe necesitarme, yo me creo que me necesita para siempre y no sé irme, no sé dejar de estar, pero tampoco aprendo a estar del todo, a permanecer y, aún así, soy siempre incondicional, por sobre mí misma y mi deseo, por sobre todo lo que soy. 

miércoles, febrero 17

unas cuantas despedidas

 Nos hemos despedido tantas veces que siempre siento que esta será realmente la última y que se hará, tal vez, aunque sea, un poquito más fácil, pero te veo a los ojos y todas nuestras despedidas anteriores vuelven a doler y a despedirse, veo la primera, con tus ojos llenos de lágrimas y miedo, un último beso, la siguiente, tus ojos escapando de los míos y tus manos evitándome, otro último beso, otras, sin siquiera verte, pero sintiéndote triste, lejos y seguro, la última, con tus ojos esquivos, raros, hasta un poco arrepentidos, se me va tu voz y lo que fuera que habías dicho, se me deshacen tus manos y un poco me olvido de tu olor y ahí sé que no te despido más, porque esta es la última vez que me despido, mis ojos siempre llenos de llanto, mi garganta con ese nudo repleto de miedo, de palabras por decir, mis manos y mis brazos queriendo robarte un poco más de caricias, un último abrazo que me diga que esta vez te quedas y mi mente siempre segura de que te vas para ya no volver, para, de una vez por todas, finalmente, desaparecer.