Mi abuela no pudo nunca decirme adiós, tal vez, porque nunca pudo decirme hola o cantarme una canción, tampoco me cosió un vestido, ni me enseñó a rezar el rosario o a ir a misa, nunca tomó mi mano para cruzar la calle, ni lavó mis manos para comer. Mi abuelo, en cambio, me ha dicho hola tantas veces que ya no puedo contarlas, aunque lo conozco desde antes de que pueda recordarlo, es mi abuelo recién hace algunos años, no recuerdo si de niña me compró algún dulce alguna vez, tampoco sé si tomó mi mano en el supermercado mientras buscábamos pan, no recuerdo haberme sentado en su regazo a escuchar alguna de sus tantas historias, ni si me abrazaba cuando nos reencontrábamos, pero, desde que es este abuelo, al que conozco y quiero, aunque a veces no lo entienda, recuerdo la vez que me llevó a toda velocidad para que no me perdiera una función de teatro, tengo como un recuerdito que brilla la cena que comimos juntos cuando fui a dormir a su casa yo sola por primera vez, cada una de nuestras largas charlas en las que intentaba explicarle qué es la lingüística, sin que me escuchara con atención, todas sus historias repetidas tamborileando en mi cabeza, verlo comer cada uno de sus antojos con más hambre que yo, con el doble de ganas y la mitad de saciedad, su sillón que decidió, hace muchos domingos, compartir conmigo, nuestras siestas acompasadas, nuestras discusiones en la mesa por su obstinación y mis ganas de cambiarla y su sonrisa, sus audífonos, su dolor de cintura, su tango instrumental y sus ganas de aprender, los lonches juntos y sus chistes que me sé de memoria, sus palabras de suerte en cada una de nuestras despedidas y sus abrazos de viejo flacucho, que hoy me hacen tan difícil pensar en decirle adiós, aunque no sea un hombre perfecto -y, seguramente, esté mucho más lejos de serlo de lo que sé-, ni el mejor abuelo, siento que todavía nos debemos muchos holas y otras siestas, más lonches y otras muchas discusiones. Mi abuelo puede decirme adiós tantas veces como me ha dicho hola, pero ningún adiós suyo va a prepararme para el que tenga que decirle yo cuando él ya no pueda responderme, porque ya me hacen falta sus historias y nos quedan, todavía, tantos holas por decir.
At the end of the day, all I care about is to have your hand close to mine
miércoles, agosto 31
martes, agosto 30
Historias incompletas O+
-Y yo sigo siendo la que te quiere con todo y tus miedos
-Yo no sé quererte con tus ganas, me asusta cómo haces que todo tiemble, que todo cambie y yo pierdo el control
-Creo que eso es lo que más me gustaba de mis días contigo, que no tenía el control, pero tampoco lo perdía, solo no era necesario. Nuestro mundo no era uno donde existiera el control, entonces, tampoco existía el descontrol, esa era una binariedad que parecía inventada, fabricada por los otros y para los otros, pero no para nosotros, nunca para nosotros
-Pero podía pasar cualquier cosa
-¡y podía pasar cualquier cosa! ¿No era lindo eso?
-No sé...tal vez, pero asusta un poco, ¿no? No saber qué viene, no entender bien qué pasa, no terminar de entender
-Sí, supongo...pero así todo asusta un poco, de nada sabemos mucho, ¿no? pero igual vivimos, igual, hacemos
-Pero sabemos más o menos a dónde vamos
-Y nosotros también sabíamos, creo, íbamos a disfrutar y a acompañarnos todo lo que pudiéramos
-¿y hasta cuándo íbamos a poder?
-Yo creía que estábamos en camino a averiguarlo, pero luego te fuiste y no supe nada y empecé a sentir que perdí el control como si la binariedad sí existiera, como si nuestro mundo hubiera dejado de ser nuestro
-Mora, yo me muero por ese mundo contigo, por ese mundo nuestro, me imagino un mundo a tu lado...pero lo quiero fijo, seguro
-Es seguro, Fer, tú eres mi hogar, donde, por fin, me dejo ser yo, veo mis fallas y mis aciertos, me abrazo, donde soy-Fer sintió, después de mucho, la chispa que sintió la primera vez que miró a Mora embelesado cuando la escuchó decir eso, esa chispa que lo repletaba y lo hacía sentirse capaz de todo-pero ¿fijo? no sé, porque cambiamos, Fer, y eso siempre va a alterar nuestro mundo porque es nuestro, lo complica o lo extiende y lo hace más bonito, más nuestro
-¿y si un día cambiamos demasiado?-dijo Fer, permitiéndole al miedo libertad
-Tal vez nos toque dejar nuestro mundo y hacernos unos nuevos, pero es algo que no sab-
-Tú también eres mi hogar, Mora, cuando haces que todo tiemble terminas dándome calma y esperanza-dijo mirándola perdido en sus ojos
-Entonces, Fer, ¿cuál es el miedo?
-Al después, ese después que no puedo controlar-dijo bajando la mirada
-Porque no necesitas controlar, necesitas vivir y que pase, puedes elegir el ahora o pensar en un después que no puedes cambiar
-Es que contigo yo quiero un ahora, pero también quiero un después, Mora-dijo Fer, esta vez, permitiéndoles libertad a sus ganas
Ya con lágrimas acobardando sus mejillas y sus palabras, Mora respondió:
-Y yo quiero todo contigo, Fer, porque quiero vivir y acompañarte, acompañarnos, quiero nuestro mundo libre de control, quiero esa vida que juntos hacemos parecer fácil sin intentarlo
-Es tan fácil cuando es contigo
-¿podemos intentar vivir días fáciles hasta que nos alcancen las ganas?
-Podemos, Mora y espero que nos sobren las ganas, porque quiero que mi mundo siempre sea el nuestro
-Te quiero, Fer, te quiero tanto.
Y, en ese abrazo, ambos se perdonaron y eligieron continuar o volver a empezar viviendo el ahora, siendo el momento, siendo juntos, acompañados.
-Gracias, Mora, por todo. Te quiero.
Y la sonrisa de Mora en el beso que él decidió robarle le contó a Fer que este era un fresco comienzo y que, esta vez, las ganas eran más fuertes que el miedo.
lunes, agosto 29
Historias incompletas -O
Historias incompletas O
jueves, agosto 25
martes, agosto 23
El mundo del revés
domingo, agosto 21
girasoles
jueves, agosto 18
martes, agosto 16
(in)somnes
Y, otra vez, un sueño.
Abre una puerta y parece buscarme, no lo sé, porque no alcanzo a ver sus ojos, pero siento en todo mi cuerpo su angustia, su casi desesperación, cierra la puerta y, solo en ese instante, puedo gritar, grito "AQUÍ ESTOY". La puerta no vuelve a abrirse, así que la abro yo y la cruzo: él ya no está y, aunque presiento que se ha ido, sigo sintiendo que está cerca. Cierro la puerta tras de mí y camino tras sus pasos, se abre otra puerta y, esta vez, sí, veo sus ojos: me busca a mí, intento gritar, hablar, siquiera susurrar, pero no puedo, es como si me buscara, pero no quisiera verme, algo nos detiene. Cierra la puerta para, después, desaparecer de nuevo y no lo oigo, no oigo sus pasos, ni la forma en que respira, no siento su olor y regresa, casi rompiendo esa última puerta, susurra, habla y, luego, grita "AQUÍ ESTOY". Yo lo oigo y sonrío: por fin, me ve, todavía no sé si creer que es él, que es su voz, que me busca tan angustiado, todavía no sé. Mientras dudo, él se aleja y el sueño se confunde, se borra, se difumina.
Despierto, en sobresalto y queriendo mirarlo.
Despierto y, otra vez, un sueño.