miércoles, agosto 31

adiós

Mi abuela no pudo nunca decirme adiós, tal vez, porque nunca pudo decirme hola o cantarme una canción, tampoco me cosió un vestido, ni me enseñó a rezar el rosario o a ir a misa, nunca tomó mi mano para cruzar la calle, ni lavó mis manos para comer. Mi abuelo, en cambio, me ha dicho hola tantas veces que ya no puedo contarlas, aunque lo conozco desde antes de que pueda recordarlo, es mi abuelo recién hace algunos años, no recuerdo si de niña me compró algún dulce alguna vez, tampoco sé si tomó mi mano en el supermercado mientras buscábamos pan, no recuerdo haberme sentado en su regazo a escuchar alguna de sus tantas historias, ni si me abrazaba cuando nos reencontrábamos, pero, desde que es este abuelo, al que conozco y quiero, aunque a veces no lo entienda, recuerdo la vez que me llevó a toda velocidad para que no me perdiera una función de teatro, tengo como un recuerdito que brilla la cena que comimos juntos cuando fui a dormir a su casa yo sola por primera vez, cada una de nuestras largas charlas en las que intentaba explicarle qué es la lingüística, sin que me escuchara con atención, todas sus historias repetidas tamborileando en mi cabeza, verlo comer cada uno de sus antojos con más hambre que yo, con el doble de ganas y la mitad de saciedad, su sillón que decidió, hace muchos domingos, compartir conmigo, nuestras siestas acompasadas, nuestras discusiones en la mesa por su obstinación y mis ganas de cambiarla y su sonrisa, sus audífonos, su dolor de cintura, su tango instrumental y sus ganas de aprender, los lonches juntos y sus chistes que me sé de memoria, sus palabras de suerte en cada una de nuestras despedidas y sus abrazos de viejo flacucho, que hoy me hacen tan difícil pensar en decirle adiós, aunque no sea un hombre perfecto -y, seguramente, esté mucho más lejos de serlo de lo que sé-, ni el mejor abuelo, siento que todavía nos debemos muchos holas y otras siestas, más lonches y otras muchas discusiones. Mi abuelo puede decirme adiós tantas veces como me ha dicho hola, pero ningún adiós suyo va a prepararme para el que tenga que decirle yo cuando él ya no pueda responderme, porque ya me hacen falta sus historias y nos quedan, todavía, tantos holas por decir.

martes, agosto 30

Historias incompletas O+

-Y yo sigo siendo la que te quiere con todo y tus miedos

-Yo no sé quererte con tus ganas, me asusta cómo haces que todo tiemble, que todo cambie y yo pierdo el control

-Creo que eso es lo que más me gustaba de mis días contigo, que no tenía el control, pero tampoco lo perdía, solo no era necesario. Nuestro mundo no era uno donde existiera el control, entonces, tampoco existía el descontrol, esa era una binariedad que parecía inventada, fabricada por los otros y para los otros, pero no para nosotros, nunca para nosotros

-Pero podía pasar cualquier cosa

-¡y podía pasar cualquier cosa! ¿No era lindo eso?

-No sé...tal vez, pero asusta un poco, ¿no? No saber qué viene, no entender bien qué pasa, no terminar de entender

-Sí, supongo...pero así todo asusta un poco, de nada sabemos mucho, ¿no? pero igual vivimos, igual, hacemos

-Pero sabemos más o menos a dónde vamos

-Y nosotros también sabíamos, creo, íbamos a disfrutar y a acompañarnos todo lo que pudiéramos

-¿y hasta cuándo íbamos a poder?

-Yo creía que estábamos en camino a averiguarlo, pero luego te fuiste y no supe nada y empecé a sentir que perdí el control como si la binariedad sí existiera, como si nuestro mundo hubiera dejado de ser nuestro

-Mora, yo me muero por ese mundo contigo, por ese mundo nuestro, me imagino un mundo a tu lado...pero lo quiero fijo, seguro

-Es seguro, Fer, tú eres mi hogar, donde, por fin, me dejo ser yo, veo mis fallas y mis aciertos, me abrazo, donde soy-Fer sintió, después de mucho, la chispa que sintió la primera vez que miró a Mora embelesado cuando la escuchó decir eso, esa chispa que lo repletaba y lo hacía sentirse capaz de todo-pero ¿fijo? no sé, porque cambiamos, Fer, y eso siempre va a alterar nuestro mundo porque es nuestro, lo complica o lo extiende y lo hace más bonito, más nuestro

-¿y si un día cambiamos demasiado?-dijo Fer, permitiéndole al miedo libertad

-Tal vez nos toque dejar nuestro mundo y hacernos unos nuevos, pero es algo que no sab-

-Tú también eres mi hogar, Mora, cuando haces que todo tiemble terminas dándome calma y esperanza-dijo mirándola perdido en sus ojos

-Entonces, Fer, ¿cuál es el miedo?

-Al después, ese después que no puedo controlar-dijo bajando la mirada

-Porque no necesitas controlar, necesitas vivir y que pase, puedes elegir el ahora o pensar en un después que no puedes cambiar

-Es que contigo yo quiero un ahora, pero también quiero un después, Mora-dijo Fer, esta vez, permitiéndoles libertad a sus ganas

Ya con lágrimas acobardando sus mejillas y sus palabras, Mora respondió:

-Y yo quiero todo contigo, Fer, porque quiero vivir y acompañarte, acompañarnos, quiero nuestro mundo libre de control, quiero esa vida que juntos hacemos parecer fácil sin intentarlo

-Es tan fácil cuando es contigo

-¿podemos intentar vivir días fáciles hasta que nos alcancen las ganas?

-Podemos, Mora y espero que nos sobren las ganas, porque quiero que mi mundo siempre sea el nuestro

-Te quiero, Fer, te quiero tanto.

Y, en ese abrazo, ambos se perdonaron y eligieron continuar o volver a empezar viviendo el ahora, siendo el momento, siendo juntos, acompañados.

-Gracias, Mora, por todo. Te quiero.

Y la sonrisa de Mora en el beso que él decidió robarle le contó a Fer que este era un fresco comienzo y que, esta vez, las ganas eran más fuertes que el miedo.

lunes, agosto 29

Historias incompletas -O

-Y yo sigo siendo la que te quiere con todo y tus miedos 
-Yo no sé quererte con tus ganas, me asusta cómo haces que todo cambie y yo pierdo el control 
-Creo que eso es lo que más me gustaba de estar juntos, el control no existía, porque no era necesario, vivíamos juntos lo que queríamos vivir 
-¿y después?¿qué iba a pasar? 
-No sé, Fer, no sabía qué iba a pasar después, pero me hubiera gustado que lo averigüemos juntos-dijo Mora medio entrando en llanto, sin poder mirarlo a los ojos 
-Vuelvo a pensar que estás mejor sin mí, porque no tengo claro todavía lo que quiero o, tal vez, sí, pero lo que quiero tiene que ver con tener certeza sobre después y nadie me la puede dar
-Pero tú tampoco quieres dármela, Fer
-¡porque no sé, Mora! No sé qué va a pasar y eso me frustra 
-¿Por qué? ¿Qué importa no saber? 
-Si no sabes a dónde vas, ¿cómo vas?-dijo Fer frustrado 
-El problema está en que crees que hay que llegar a algún lugar en específico, Fer, si hay algo que hacer es andar y, al final, vamos a llegar a donde tenemos que llegar-dijo Mora, también frustrada
-Ya estamos grandes, Mora, tenemos que pensar en después 
Mora sonrió no de felicidad, sino de tristeza, porque esa sonrisa cerraba el recuerdo de lo vivido con Fer, de sus idas y vueltas anteriores y de su hoy, donde entendía que, no sabía si solo por ahora o ya para siempre, no importaba cuánto bien le hiciera Fer o él a ella, no podían acompañarse, porque buscaban cosas distintas, que el otro no podía darles. Fer la miro y abrió los ojos extrañado:
-¿Qué pasa? 
-Nada, Fer, se acabó-dijo Mora ya con lágrimas en sus mejillas 
Fer la miró callado un rato y luego quiso decir "gracias", pero solo dijo:
-Perdón.
Hablaron por un rato más, Mora intentó explicarle que no era culpa de nadie, que solo eran distintos, pero él no podía evitar sentirse culpable y, cuando la abrazó para despedirse, lloró como ya nunca había querido atreverse mientras le decía:
-Gracias, Mora, por todo.
Ella, llorando y tratando de consolarlo, se quedó callada y le dio un beso en la frente como los que pensaba que lo calmaban, pero no funcionó, se soltaron y lo vio irse llorando mientras ella tampoco podía parar de llorar.

Historias incompletas O

Aquí, el lector decide si, como yo, es un romántico/soñador, que quiere que la historia de Mora y Fer continúe hacia Historias incompletas I y los dejemos vivir su historia, cayendo, llorando, doliendo y, también, sonriendo, jugando, atreviéndose, viviéndola o si prefiere que, en cierto momento, las historias terminen -completas o incompletas-, que acaben y, entonces, Historias incompletas -X no es más que la continuación de Historias incompletas XI e Historias incompletas -O es el fin de estas historias, que, poco a poco, se fueron contando. Si, como yo, quieren soñar, O+ abre el camino a lo que sigue.

jueves, agosto 25

Volver a poner el mundo al revés.

martes, agosto 23

El mundo del revés

Sentada bajo el árbol, Alondra mira atenta su reflejo en el agua y un pato que pasa por ahí, por un momento, también mira el suyo con ella. El reflejo parece una pintura, una linda e intrigante, de líneas claras y brillantes, el agua no está limpia, pero el reflejo parece un retrato listo para ser colgado en un museo. Una hoja del árbol cae al agua y algo en el reflejo de Alondra se desdibuja, pierde forma por un rato, ella mira atenta esa mancha y, así, pierde la visión de su reflejo, solo ve la mancha que tiene en ese mundo del revés. Entonces, con el dedo, mueve el agua donde se dibuja su retrato y desdibuja cada una de sus facciones, sus ojos y su boca, se esmera en deshacer su sonrisa y, al rato, el agua vuelve a ser calma y el reflejo, de nuevo, parece intacto, como si, en ese mundo del revés, todo lo que la dañe o la cambie fuese solo efímero y, aunque no hay un dedo, ni una hoja saliendo de su reflejo, Alondra nota que todo lo que la afecta es siempre efímero, en este mundo y en el del revés, porque, finalmente, ella también es efímera.

domingo, agosto 21

girasoles

Claudio vende flores en el subterráneo desde que Margarita lo tomaba con su papá para ir al colegio, siempre lo saluda y él sonríe "eh, Margarita" y, cada tanto, le regala un girasol. Claudio siempre se encuentra con artistas callejeros durante el día y ha oído a tantos que ya casi ninguno lo sorprende. Hoy, Claudio ya estaba terminando su turno, porque los viernes siempre lo termina más temprano, cuando Lucas tomó su guitarra y empezó a cantar. Las letras de "Puente" empezaron a salir de la boca de Lucas y todo lo demás pareció quedar en silencio, Claudio dejó de guardar sus cosas, sacó su celular y empezó a grabar al hombre que, después de tanto tiempo, lo sorprendía con su talento. Otros acompañaron a Claudio, grabando u oyendo embelesados a Lucas, que no parecía esforzarse para cantar tan bien como lo hacía, que sonreía mirando a los ojos a cada extraño, que, por esos minutos, se conectaba con él y parecía conocerlo de siempre. Mientras la canción terminaba, llegó Margarita y saludó a Claudio, compró una docena de girasoles y, con Lucas de la mano, se fue.

jueves, agosto 18

Esperar el momento preciso, el momento más indicado, para atreverse, para jugársela, para decir o para sentir y vivir esperando ese momento, evitando los otros que no parecen tan precisos, que no parecen tan listos y, cuando, un día, por fin, llega el momento esperado, preciso, indicado, notar que nunca existió uno, que el momento, si es alguno, es este, que atreverse, jugársela, decir es ahora, que no podemos dejar el ser para después, sentir es hoy, ser es hoy, es siempre, en todos los rincones y en todos los momentos. 
En vez de vivir esperando un momento en específico, aprovechemos este, en el que tenemos, todavía, tanto por decir, tanto por sentir.

martes, agosto 16

(in)somnes

Y, otra vez, un sueño.

Abre una puerta y parece buscarme, no lo sé, porque no alcanzo a ver sus ojos, pero siento en todo mi cuerpo su angustia, su casi desesperación, cierra la puerta y, solo en ese instante, puedo gritar, grito "AQUÍ ESTOY". La puerta no vuelve a abrirse, así que la abro yo y la cruzo: él ya no está y, aunque presiento que se ha ido, sigo sintiendo que está cerca. Cierro la puerta tras de mí y camino tras sus pasos, se abre otra puerta y, esta vez, sí, veo sus ojos: me busca a mí, intento gritar, hablar, siquiera susurrar, pero no puedo, es como si me buscara, pero no quisiera verme, algo nos detiene. Cierra la puerta para, después, desaparecer de nuevo y no lo oigo, no oigo sus pasos, ni la forma en que respira, no siento su olor y regresa, casi rompiendo esa última puerta, susurra, habla y, luego, grita "AQUÍ ESTOY". Yo lo oigo y sonrío: por fin, me ve, todavía no sé si creer que es él, que es su voz, que me busca tan angustiado, todavía no sé. Mientras dudo, él se aleja y el sueño se confunde, se borra, se difumina.

Despierto, en sobresalto y queriendo mirarlo.

Despierto y, otra vez, un sueño.

lunes, agosto 15

ruidito

Un ruidito que se hace pequeño, que se hace chiquito, un ruidito que parece no estar, pero que no se apaga, que suena siempre y desde temprano.
un ruidito que, hoy, preferirías no escuchar, pero que está y parece gritar eso que quieres que calle, un ruidito que grita tus ganas, que avanza y, a veces, empieza a crecer, a hacerse más grande, un ruidito que late, que grita, que dice lo que quisieras querer no escuchar.

Gravedad

Hay personas que te mantienen sostenido al mundo, no importa cuánto parezcas caer o perderte en el espacio sin rumbo, una mano aún te toma y te sostiene gravitacionalmente, como si de esa fuerza sola dependiera tu existencia, tu permanencia. Si esas personas deciden soltarte o dejar de sostenerte, pareces perderte para siempre, girando sin sentido, sin rumbo, con la consciencia de que, en algún momento, el oxígeno desaparecerá y te detendrás, dejarás de girar, pero con la desesperación de que nada está bajo tu control, con la frustración de haber perdido la gravedad, de estar de manos atadas ante la vida. 
Hay personas que son fuerza de gravedad, que sostienen y permiten, así, vivir flotando sin girar.

domingo, agosto 14

Y, tal vez, algún día, nos atrevamos de nuevo.

viernes, agosto 12

mortales

Y la risa más risa de todas se convirtió en pena, la más pena de todas y esa pena se hizo silencio, el más de todos los silencios.
Y el cielo empezó a perder sus nubes y, cuando las perdió todas, quiso llorar y no pudo, sin lágrimas, ni luz, ni estrellas, dejó de ser cielo y perdió su reflejo en el mar, entonces, el mar olvidó sus olas y, también, su sal, su braveza, el mar olvidó ser mar. Dejó su azul perdido y abrazó el vacío hasta ser vacío.
Y la luz de sus ojos se extinguió y su sonrisa ya, para siempre, se apagó.

jueves, agosto 11

•despedidas•

Sonrisas perdidas, miedos, ojos sinceros que dicen "no te vayas", ojos sinceros que dicen "ve", manos temblorosas, abrazos que no quieren soltar, susurros, sollozos que se niegan a ser llanto, lágrimas por tragar, silencio y un abrazo más. Buenos deseos, confesiones, deseos inesperados, abrazos en sinceridad, risas fuertes, más abrazos, palabras en voz baja, "no tengas miedo", "vive" y "disfruta" repetidas como tatuándose, una mano firme, un par de palmadas en el pecho, ojos conmovidos, fotos, complicidad, amigos, familia, amigos que son familia, un último abrazo y el llanto escondido en mi pecho mientras mis ojos sonríen conmovidos.
me voy feliz, llena de amor y ganas, con miedos cada vez más chiquitos, me voy a vivir.

lunes, agosto 8

cumplidos

Un abrazo constante y algunos besos, el mismo abrazo y otros besos más y la sonrisa y la risa y ese mismo abrazo, como centro de todo, como contención del alma y liberación de la vida. 
Ojos que brillan al verse, mientras el amanecer se asoma, manos todavía tímidas, pero cercanas y labios con sabor a chocolate que sonríen y besan.
El mismo abrazo y otro beso.

martes, agosto 2

Alas

Cuando hablo de volar, la gente parece pensar que quiero volar alto, muy alto, y lejos, muy lejos, aunque, a veces -muy a menudo, casi siempre-, me refiero a volar con los pies sobre la tierra, solo a abrir mis alas y caminar. Me falta contarles que volar no necesariamente es ir lejos o llegar a lo más alto, volar es flotar todos los días sin esfuerzo, en cada momento, con cada cosa, volar, para mí, es vivir sin aprisionar las alas, mostrarlas en su esplendor y andar, de alas abiertas y pies flotantes, andar. Para volar no tengo que irme lejos, basta con mojar mis alas y mis pies con la lluvia mientras camino hacia ningún lugar en específico, pero si mis pies me llevan lejos también está bien y vuelo, sigo volando, floto hasta alzar el vuelo y andar un poco con el viento. 
Volar, finalmente, es permitirles, a mis alas y mis pies, la libertad, permitirme, a mí, la libertad.

Colector de sueños

El viejo Oswaldo vivía para encontrar sueños y atesorarlos, cuando, caminando, oía a alguien soñar, se acercaba a su ventana, cerraba los ojos, observaba en silencio, sonreía de lado y soplaba un poco, sin miedo, el sueño bailaba hasta sus manos, donde él lo cobijaba y protegía. Oswaldo abría los dedos, dejaba que el sueño baile un poco más y, luego, tomaba una sonaja nueva, donde, con cuidado, lo guardaba. Cada sonaja tomaba un color especial y parecía dibujar algún cuento distinto en su superficie. 
A Joaquín, Oswaldo le regaló la sonaja que contenía el sueño favorito de su padre: la libertad.