lunes, octubre 17

-vida-

Hoy, caminando, volví a ver a Conrado, trepado en una moto, con sus manos tomando firmes el timón, los zapatos que usaba siempre, sin medias, como, en días de mucho calor en verano, alguna vez lo vi. Tenía un casco y, probablemente, unas piernas un poco más gordas -tal vez, debería decir menos flacas-, algunas arrugas menos y ninguna marca visible de alguna operación en la piel, pero tenía el mismo brillo en los ojos que él, sus mismas ganas de vivir, porque si algo tenía Conrado eran esas incesantes ganas de vivir que hoy vi en un abuelo que, tal vez, no tiene una nieta que vaya a extrañarlo o que, tal vez, no es abuelo. 
Hoy, volví a recordar que ya no tendremos más lonches y que no volverá a pedirme más leche caliente con un chorrito de café, que nunca más le haré un chilcano antes de almorzar tarde un domingo, hoy, de nuevo, sé que mi Conrado favorito ya no está, que ya no desaparecerá en medio de mi siesta para ir al baño, que ya no me ofrecerá las salchichitas que tanto le gustaban o su pan favorito, ya no discutirá con Vilma, ni se escapará por fruta, ya no irá a vigilar su café o a cosecharlo. Hoy, hace un tiempo, Conrado ya no está, apagaron sus ganas y su voz, pero hoy, desde hace varios años, sus historias me hacen compañía.

No hay comentarios: