martes, enero 19

El poder del pensamiento


Hoy, Aureliano despertó, fue al baño, se miró al espejo y, como todas las mañanas, se saludó: "hola". Pero hoy, como hacía muchas mañanas no le pasaba, su hola fue mudo, vio su reflejo jugando a la pantomima y su sonrisa desapareció, los dos dientes que le quedan en el maxilar inferior se escondieron y el brillo de sus ojos, como su voz, enmudeció. Compró un par de huevos con lo que pensaba usar para comprar su desayuno del día e hizo gárgaras cuantas veces pudo, se peinó tratando de esconder su ya avanzada calvicie y, con su casaca favorita como escudo, salió a la calle. Caminó hasta su paradero acostumbrado y, como todas las mañanas, se encontró con Marta, le hizo un gesto con la mano y subió a su primer bus del día, sin sonrisa y sin voz, trató de convencer a los pasajeros de comprar su libro "El poder del pensamiento", trató de, con el poder de su pensamiento, conquistar a una pareja que iba en el asiento de adelante, falló, lo intentó con un chico que ni siquiera lo escuchó y luego quiso convencer al chofer de que no le cobrara el pasaje, pero, como en todo, falló. Su última moneda se fue en pagarle al chofer y bajó, buscando encontrar alguna cara de un chofer conocido en los otros buses, entonces, encontró una: era Simón, que, como todas las mañanas, decidió llevarlo sin cobrarle nada, ya en el bus, comenzó a intentar de nuevo, cada vez con menos voz y un intento más flojo de sonreír, recitó su discurso acostumbrado, casi nadie lo escuchó, unos por sordos y otros por sordera intencional, Aureliano se movió hacia el centro del bus y volvió a recitar su discurso para terminar sin voz, una chica sentada en el fondo lo miró, talvez con pena o con ternura, mientras él pensaba en a quién podía pedirle comida hoy, no la vio convencida de que era "el poder del pensamiento" lo que necesitaba, pero Aureliano confiaba en que era el poder de su pensamiento el que había hecho que esta chica lo mire. Lo miró un par de veces más y se decidió, abrió su bolso y sacó una moneda, esperó a que él estuviera más cerca y extendió su mano con la moneda, por primera vez en el día, Aureliano sonrió sin fingir y le dio un librito, se acercó a la puerta del bus y bajó. 

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