martes, febrero 9

Callar

Vivimos en este puente colgante entre callar y decir, nos gusta creer que somos dueños de lo que elegimos callar, pero, al final, es el silencio el que se adueña de nosotros valiéndose de nuestro miedo o de nuestros cálculos, lo que decimos, en cambio, nos pertenece por completo y, justo porque de eso estamos tan seguros, nos permitimos dejarlo ir. Cuando elegimos callar, el silencio nos ahoga y eso que callamos hace tanto esfuerzo por salir que termina siendo dicho como no queríamos decirlo o a quien no queríamos decirlo, ese silencio actúa, entonces, solo, explota y se deja ser, ya libre de nuestras cadenas, es, ese silencio se convierte en ruido, se convierte en un grito desesperado que solo busca ser escuchado, se convierte en un grito que llega a oídos de un extraño, se convierte en un silencio ruidoso, un silencio incómodo y explosivo. Cuando decidimos decir, la explosión ya no es nuestra, la explosión está en el otro, en el que escucha, por eso, lo que decimos es nuestro, es lo que nos permitimos decirle al mundo, es lo que dejamos que sea escuchado, ya no es más silencio, es nuestra verdad, una verdad que, liberada de nuestras cadenas, sabe solo ser verdad, una verdad libre que flota sin explotar, que viaja hacia oídos que ya no nos pertenecen y toca fibras que, de otras formas, no sabemos tocar, fibras que mueven al otro, que lo hacen callar o decir, que le permiten libertad o asfixia, que le permiten elegir. 
Ojalá seamos más los que nos atrevamos a cruzar el puente y decir, con cuidado, siempre decir.  

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