viernes, julio 8

agosto 13

Qué suerte la mía cuando te veo pensar, perdido en quiénsabedónde o en quiénsabequé, tal vez soñando o temiendo, te veo pensar
tus ojos, aunque me miran, no están y me gusta verte así, perdido en ti, porque puedo ver esa profundidad que tú no quieres reconocer, porque puedo ver tu vulnerabilidad sin que temas y, así, ver toda tu fortaleza, tu entrega y, de paso, tu debilidad
Qué suerte la mía cuando te veo dormir, porque, por un buen rato, pareces calmado, dueño del mundo, dueño de tu mundo
qué suerte la mía cuando te veo dormir y, en el silencio, puedo oírte respirar, acompañando mis latidos y mi paz, con tu luz que tú no ves, con la luz que tú no quieres ver
Qué suerte la mía cuando te oigo cantar y tu sonrisa no se esconde más, tus ojos brillan más fuerte y suenas a vida, a libertad
Qué suerte la mía no ser tú y ser yo y, así, poder mirarte a los ojos mientras me miras, sentir tus labios cuando me besas y cada uno de tus dedos cuando me tocas
qué suerte la mía sentir tu piel y tu olor, perderme en tu abrazo y perder mis dedos entre tu pelo, mientras suspiras tan cerca de mí
qué suerte la mía no ser tú y ser yo y escucharte y entenderte y verte, verte hasta que me dejas ver lo que tú no quieres ver, ver que eres el que tanto quieres ser y sentirte, sentirte temer, sentirte soñar y, lo más lindo, sentirte vivir.

Qué suerte la mía que, aunque sea por este instante, tengo todo lo que eres, veo todo lo que eres, siento todo lo que eres y, de nuevo, soy.

No hay comentarios: