lunes, junio 13

Historias incompletas -II

Como siempre, Mora despertó mucho después que Fer -finalmente, era su día libre y la noche anterior había sido fuerte para ella, había movido cosas que no esperaba que se movieran- y, en cuanto lo hizo, repitió su rutina acostumbrada de cuando amanecía sin él: tomar su celular y encender la pantalla. Desde hace algunos meses, ya no lo hacía esperando un mensaje suyo, eran, sobre todo, la costumbre y su necesidad de saber la hora para empezar el día las que la llevaban a hacerlo, pero, esta mañana, de nuevo, algo en ella esperaba leer un mensaje de Fer. La pantalla se encendió y, como si sus deseos pudieran cumplirse de nuevo, estaba el mensaje de Fer, lo vio y sus ojos cambiaron, ella terminó de despertar y, sin querer, sonrió mientras escribía "buen día, Fer". Mientras se paraba para cepillarse los dientes, su celular sonó "me tomé el día, ¿podemos vernos?". Una vez más, Mora sonrió sin querer y, como pocas veces en la vida, sus manos empezaron a sudar, se sentó en su cama con el celular entre sus manos y, por algunos minutos, solo lo miró hasta que, por fin, decidió responder "bueno, veámonos". Con el celular en la mano, a Fer le costaba creer lo que leía, así que la llamó:
-Hola, Mora-dijo muy rápido, sonando entusiasmado
-Hola, Fer-respondió (son)riendo
-¿Paso por tu casa?
-No sabes dónde está mi casa, Fer-rió de nuevo
-Es verdad, ¿dónde nos vemos?
-¿En el parque al que nos gustaba ir puede ser?
-Bueno, ¿a qué hora? Yo estoy listo, eh
-No sé, en un par de horas, calcula que desperté hace un rato
-Siempre dormilona...¿y si desayunamos ahí?
-Bueno, entonces, a las 11
-Listo, yo llevo el desayuno, no te preocupes
-Dale, nos vemos en un rato
-Gracias, Mora
Y Mora colgó, con más preguntas que alegría resonando en su mente, seguía sin saber si estaba bien volver a verlo, volver a dejarlo entrar en su vida, volver a hablar con él tranquila, como si nada hubiera pasado, pero su siempre fuerte sentido de vivir le recordó que estaba bien hacer lo que sentía en el momento, lo que quería hacer y la verdad era que todos esos meses sin él había querido verlo, abrazarlo de nuevo y hablar, solo hablar, así que puso su canción favorita y se metió a la ducha. Como casi siempre que iba a verlo a él, no le importó mucho qué ponerse, se cambió, se peinó y salió hacia el parque, que -aunque Fer no lo sabía todavía- estaba a dos cuadras del departamento en el que vivía ahora. Se puso sus audífonos, subió el volumen de esta canción,
 salió de casa y se paró a esperar el ascensor mientras su corazón empezaba a latir un poco más fuerte y ella se ponía un poco más nerviosa. Llegó el ascensor, subió y se encontró con don Ramiro, que, como siempre, silbaba alguna canción vieja:
-Morita, ¿cómo va todo?
-Bien, don Ramiro, ¿cómo est-
-Te ves distinta, Morita, ¿qué pasó?
-La vida-sonrió nerviosa
-Ojalá la vida te siga poniendo así, entonces, querida, nos vemos-y bajó del ascensor, silbando de nuevo.
Morá se quedó, entonces, sola en el ascensor y con más sonrisa que miedo, bajó los pisos que faltaban y salió del edificio. Sus manos sudaban por segunda vez en el día mientras la canción empezaba de nuevo, caminó las dos cuadras que la separaban del parque y se detuvo a esperar a que el semáforo cambiara, levantó la mirada y vio a Fer, caminando de un lado al otro junto al árbol que más sombra daba en todo el parque. El semáforo cambió y Mora empezó a caminar hacia el parque, de pronto, Fer dejó de caminar nervioso de un lado al otro, la vio y se detuvo. Mora llegó hasta Fer, él la miró sin decir nada y extendió sus brazos, ella quiso dudar, pero su corazón pudo más y se hundió en su abrazo.
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