martes, junio 7

Atreverse


Hola, Teo, hoy desperté viendo el mar y, en él, el reflejo del sol y pensando en cuánto me gustaría compartir esto contigo, la vista, la brisa, el mar y la vida. Escucho el mar y quisiera que sea tu silencio el que acompañe al mío, quisiera que sea tu mano la que tenga los dedos confundidos con los míos y tu sonrisa la que contagie a la mía bajo el sol. Cierro los ojos y recuerdo que fuiste tú quien decidió no acompañarme, quien escogió soltar mi mano en el momento en el que decidí atreverme a dejar brillar fuerte mis estrellas, en el momento hermoso en el que te vi y te dije "dejo todo, me voy al mar", en ese instante que te robé para contarte que empezaba a caminar sin importarme si dejaba huellas o si había un camino, que empezaba, por fin, a caminar. Con el mar acompañando mi llanto, puedo decirte que, por fin, soy, que atreverse no hace nunca más daño que esconderse en el temor, puedo contarte que hoy vivo emocionada, que cada instante lo vivo y lo siento por completo, quiero decirte que te extraño y espero que, cuando te atrevas, alguien tome tu mano, te contagie la sonrisa y bese, con su luz, tus ojos, que, cuando te atrevas, el sol brille fuerte y tus estrellas también, que no temas y que vivas y que sientas, que, por fin, seas. 
Te abrazo desde este lugar que dejó de ser cómodo y seguro para ser real y siempre emocionante, te escribo desde el intento, desde la libertad, confiando en que, en tu momento, tus estrellas llenarán todo de luz y tu libertad ocurrirá en todos los rincones y a todas horas. 
Te amo y abrazo fuerte. 
Gracia


Mateo cerró la carta, la guardó en su bolsillo y caminó hacia el avión.

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