A veces, decidimos ponernos techo por estar cómodos, por sentir que, en algún punto, estamos seguros o cercanos a la seguridad, deja de importarnos qué es lo que queremos o qué nos mueve y optamos por lo que, por ahora, podemos, por lo que no nos representa un salto de fe, por lo que no nos da miedo, por lo que no reta nuestra comodidad. Hace algún tiempo, yo decidí hacer ese salto de fe, dejar mi comodidad, lo seguro y decidirme por lo que quiero hacer, por lo que me mueve, por lo que hace que mi corazón lata más fuerte que mis miedos, los que temen, temieron por mí y por mi nuevo comienzo, porque decidí escapar de mi comodidad, temieron por mí y por mis siempre locas ganas de cumplirme mis deseos y temieron porque amarme es, para ellos, protegerme de los miedos que a ellos los asustan, otros pocos que temen por ellos, decidieron no temer por mí y apoyar mi locura, mi salto y mis ganas y, en su apoyo, encontré la pizca de fe que me hacía falta para soltar mis cuerdas, para abrir mi jaula y, con su apoyo, estoy cerca de completar mi salto y empezar de nuevo, de lanzarme tras un sueño que pospuse, para cumplirme ese y otro nuevo y aprender, tal vez, también -y seguramente- para equivocarme, pero intentar, regalarme vida y no negarme nada de lo que quiero.
Hoy, cuando falta poco para completar mi salto, me doy cuenta de que no temo, este salto me emociona y alimenta mis ganas de vivir todo lo que venga, hoy, cuando falta poco para completar mi salto, sonrío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario