martes, agosto 23

El mundo del revés

Sentada bajo el árbol, Alondra mira atenta su reflejo en el agua y un pato que pasa por ahí, por un momento, también mira el suyo con ella. El reflejo parece una pintura, una linda e intrigante, de líneas claras y brillantes, el agua no está limpia, pero el reflejo parece un retrato listo para ser colgado en un museo. Una hoja del árbol cae al agua y algo en el reflejo de Alondra se desdibuja, pierde forma por un rato, ella mira atenta esa mancha y, así, pierde la visión de su reflejo, solo ve la mancha que tiene en ese mundo del revés. Entonces, con el dedo, mueve el agua donde se dibuja su retrato y desdibuja cada una de sus facciones, sus ojos y su boca, se esmera en deshacer su sonrisa y, al rato, el agua vuelve a ser calma y el reflejo, de nuevo, parece intacto, como si, en ese mundo del revés, todo lo que la dañe o la cambie fuese solo efímero y, aunque no hay un dedo, ni una hoja saliendo de su reflejo, Alondra nota que todo lo que la afecta es siempre efímero, en este mundo y en el del revés, porque, finalmente, ella también es efímera.

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