jueves, mayo 26

espacio público


Cada vez que un hombre me dice cosas en la calle, me acorrala en una discoteca o me toca sin mi permiso me pertenezco un poco menos y soy más del miedo, soy menos mía y más de todos esos que creen que pueden invadir mi mundo y perturbar mi tranquilidad, porque callo, porque me asusto y no reacciono, porque los dejo tener la situación en sus manos. Cada vez que dejo que el miedo gane, ese tipo que me grita estupideces en la calle después de silbarme sonríe un poco más y me mira como si yo fuera de su propiedad, como si, por ser mujer, tuviera que aguantar que me mire con deseo, que me haga gestos obscenos o me diga cosas que no quiero escuchar. 
Hoy ya no quiero callar, ni quedarme paralizada, quiero reaccionar, mirarlo a los ojos y enfrentar mi miedo, enfrentar a todos esos tipos que, al final, son todos uno mismo, que se cree dueño de todo hasta que alguien le hace frente y le dice "yo no te pertenezco". Y yo no le pertenezco, porque yo no soy de nadie, yo soy solo mía y para quien yo quiera, no soy de ese tipo y, desde hoy, tampoco soy del miedo.

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