lunes, mayo 16

Historias incompletas -V


Mora decidió saltar porque recordó cuánto le había pedido a Mati ese salto y, al ver su sonrisa, recordó cuánto bien le hacía él todos los días y lo que significaba atreverse a saltar, entonces, abrió las manos, cerró de nuevo los ojos y saltó, su grito se ahogó pronto en llanto, pero era un llanto tormenta, fuerte, ruidoso, avasallador, de libertad, de botar lo que había callado hasta en sus cartas, colgó por un rato y luego fue libre de las cuerdas que la ataban al puente y de las cuerdas que la ataban a ella misma, las cuerdas que ella misma se impuso. Suspiró y, con los ojos todavía llorosos, abrazó fuerte a Mati.
-Gracias, tonto
-Qué bueno ver esa sonrisa, enana 
Tanto Mati como Mora sabían que esa sonrisa regresó después de mucho y Mora sabía que, por fin, volvía a ser libre de su miedo, que ya no estaba atada a temer, que, de nuevo, se atrevía a saltar, a vivir. 
Mientras caminaban hacia el tren, Mati decidió contarle a Mora sobre su conversación con Fer, sin saber si estaba bien hacerlo o si eso haría que Mora retrocediera, pero, como siempre, no pudo evitar decir lo que pensaba:
-Enana...hoy iba a venir Fer con nosotros 
Mora lo miró en silencio 
-Perdona, tal vez no debí decirlo ahora 
-No, está bien, ¿qué pasó?
-Le dije que no, que no creía que te iba a hacer bien 
-Bueno...¿él está bien?
-No sé, te extraña 
-Y yo a él, siempre, pero él decidió irse, Mati
-Yo sé, pero tu sonrisa me hizo pensar que estabas lista para saberlo
-Tal vez, sí, por lo menos, no estoy llorando 
ambos rieron y subieron al tren, Mora estaba sentándose cuando su celular empezó a vibrar, lo sacó del bolsillo y, después de tanto, vio ese número que no podía sacar de su memoria, porque no podía sacar a su dueño del corazón. Miró a Mati, él asintió y ella contestó.

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