lunes, mayo 30

Historias incompletas -III


Fer despertó sonriendo: había soñado con Mora. Al abrir los ojos, hasta creyó sentir su olor, volteó para abrazarla y recordó que ella no estaba a su lado, su sonrisa cambió y sus ojos parecieron perder un poco de luz. En cuanto estuvo un poco más despierto, abrió el cajón de su mesita de luz y sacó el pequeño librito que Mora le dio: el único cuento que -hasta donde Fer sabía- había escrito para él. El dibujo de la portada lo hizo sonreír, como siempre que se atrevía a leer el cuento y, al leer las primeras palabras, algo en su corazón pareció volver a despertar. Siempre le sorprendía cómo las cosas que Mora escribía lo movían, podían cambiar su estado de ánimo y, a veces, hasta su forma de pensar. Este cuento, probablemente, ya se lo sabía de memoria, pero siempre le gustaba leerlo hasta el final y hoy, sobre todo, necesitaba leer ese final, como si el que estuviera escrito en un libro fuera a hacer que se hiciera real. Él nunca había sido como Mora, de creer en la magia o en los sueños, siempre trató de estar más en la realidad, pero como todo lo que Mora hacía, leerla lo transformaba, cambiaba el aire y lo hacía si no creer, por lo menos, querer creer que ese final del cuento -que, en realidad, no era un final- donde Mora y él eran felices, podía ser verdad. Terminó de leerlo y sonrió, aunque Mora le había dicho que no quería verlo todavía, algo dentro de él todavía latía fuerte y lo que parecía su esperanza volvía a aparecer. Para él, haber hablado con ella la noche anterior había sido lo mejor de los últimos meses, aunque Mora moviera todo en su vida y le hiciera perder el piso, al mismo tiempo, la calma que le daba no tenía comparación, porque para Mora nada era demasiado preocupante, todo parecía fácil de su mano. 
Cerró el librito, cogió su celular y, sin pensarlo mucho, le escribió:
-"Buen día".

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