jueves, mayo 26

Jaime


Jaime escribe para vivir, no porque escribir le dé dinero, sino porque le da vida y eso, para él, no solo es más importante, sino, fundamental. Jaime es profesor de profesión y todos los días, entre las 6 y las 8 de la mañana, antes de entrar a trabajar, camina entre los autos y los buses, cuando el semáforo está en rojo, para vender el último cuento que escribió, "La daga". Todos los lunes por la noche imprime una nueva entrega de su inventiva y el martes muy temprano hace copias para venderlas en la semana. El precio que les pone a sus cuentos es bastante simbólico, pero lo pone para que solo quienes, en verdad, quieran leerlos tengan acceso a ellos. 
Paulina hace taxi hace 3 años y medio y hoy amaneció cansada, está preocupada por pagar la pensión de Raulito y el alquiler del cuarto en el que viven, así que no durmió bien, pero eso no evita que salga a trabajar. Son las 7:13 de la mañana y ya se encontró con el semáforo interminable de la avenida que siempre busca evitar, se pone en rojo y un malabarista empieza a jugar con sus palitroques en frente de los autos detenidos. En ese momento de entretenimiento, apareció Jaime, sorteando espacio entre los autos, para acercarse a la ventana de cada conductor "Hola, ¿quiere leer? Es un cuento lindo. Yo escribo". Cada vez que dice "yo escribo" algo dentro de él se alimenta, renace un poco y él revive, su sonrisa crece y le da ganas de seguir buscando lectores. Jaime llegó a la ventana de Paulina y repitió su charla acostumbrada, ella, que no tenía ganas de comprar nada, le preguntó: 
-¿y eso te da para vivir? 
-no gano nada, pero escribir es lo que me mantiene vivo 
Lo miró a los ojos como sin entender y, al segundo, como quien ha entendido cuál es el secreto de la vida, sacó 3 soles y compró uno. 
Para Jaime, tal vez, la alegría de ese momento estuvo solo en obtener una nueva lectora, en poder compartir sus historias, pero, para Paulina, esa charla tan pequeña fue de una alegría inmensa porque le recordó cuántas ganas tenía ella de hacer otras cosas y, desde que hacía taxi, las había abandonado, sin darse cuenta, había postergado sus sueños y sus ganas, pero las palabras de Jaime la hicieron notar que podemos hacer muchas cosas a la vez o en distintos momentos, que no, por hacer una, ya eliminamos las otras opciones para siempre, que siempre podemos decidir vivir de nuevo y hacer lo que queremos hacer, porque, aunque eso extienda horas en nuestro día, nos extiende la sensación de vivir y disfrutar. 
Esa tarde, Paulina regresó a casa y bailó con Raulito como no bailaba desde que conoció a su papá, cuando, por fin, se fueron a dormir, Paulina ya no se sentía cansada y la preocupación parecía aguantable.

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