martes, marzo 29

De algún lugar

Yo no sé ser de ningún lugar, talvez es porque tampoco sé ser de alguien, ni siquiera mía; en teoría, soy de Huancayo, aunque ahora soy de Lima más seguido y, dentro de poco, voy a ser de algún otro lugar que me enamore y me deje inventarlo a mi antojo, pintarlo con mis ganas, contarlo como me parezca adecuado. Crecí mirando un peral desde mi ventana, con mis abuelos a pocos pasos de casa, listos para engreírme siempre, crecí viendo a mamá enseñándoles a otros niños a crecer mientras me ayudaba a crecer a mí, me hacía reír y reía conmigo, crecí bajo un cielo que nunca se me va a borrar, mirando nubes que siempre se convierten en mis favoritas y una casita en un cerro a la que siempre alumbra el sol, crecí cerca de un río que me gustaba ir a ver todos los fines de semana, crecí jugando con amigos y paseando siempre, crecí creyendo que el mundo era tan grande que se hacía pequeño y que, por eso, en mi ciudad se conocían todos, crecí viendo a mi abuela tejer y hacer dulce de calabaza, crecí viendo a mi abuelo regresar del mercado cargando una sandía solo para compartirla con todos sus nietos, crecí viendo crecer a mi enana y amándola un poco más cada vez, crecí tomando café con papá y mamá en la sala las noches de domingo, crecí en una ciudad que no dejó de crecer cuando yo me fui, crecí donde hoy ya no todos se conocen, crecí en una ciudad a la que cada vez voy menos, que sigue teniendo el cielo del que vivo enamorada y que me dio unos pulmones fuertes y un corazón llenecito de recuerdos lindos, crecí en una ciudad de la que ya no sé si soy, pero que es mía y siempre va a ser mía. Luego, un día, después de despedirme como pude, juntar las cosas que quería traer conmigo, llorar un poco -llorar bastante- y abrazar fuerte a mamá, metí mis miedos al bolsillo y me vine a Lima, perdí mi cielo, pero, por suerte, me recibió un cielo de verano con algunas nubes que calmaban mis lágrimas y mi nostalgia, empecé a vivir sin mamá y con amigas, seguí creciendo, pero, ahora, crecía en una ciudad extraña, en una ciudad distinta, que siempre me había dado buenos recuerdos de verano, pero que no me había dejado vivir su caos, su mucha gente, su desorden y su velocidad, seguí creciendo, entonces, en una ciudad que no era mía, pero que me dejaba ver una huaca que abrigaba lindas puestas del sol, que me permitía aprender con mis amigas a vivir sola, a quererla, a reírme hasta tarde por las noches y a estudiar en la universidad, seguí creciendo en una ciudad de la que me escapo cada vez que quiero, viviendo cerca al mar que me gusta ir a ver y disfrutar, seguí creciendo en una ciudad que es tan grande que me deja perderme, que me permite vivir con mi otro abuelo lo que nunca pude vivir con él, que me deja verlo destrozar cangrejos con los dientes y escucharlo contar las historias que tantas otras veces ya escuché, una ciudad que me deja respirar su historia en cada iglesia y en cada balcón viejo, seguí creciendo en una ciudad que me enseñó -o en la que yo aprendí- que podía vivir sola, que me gustaba vivir sola, seguí creciendo en esta ciudad por la que paseo con papá, en esta ciudad, donde, cada vez más, aprendo que puedo hablar, que me gusta hacerme escuchar y seguí creciendo en esta ciudad de la que un día volé para conocer otra ciudad más grande que este monstruo que ya no me asusta, que este monstruo que disfruto y que me deja siempre conocerlo un poco más, seguí creciendo en una ciudad en la que conocí a la amiga que se va conmigo a cumplir sueños a esa otra ciudad, seguí creciendo en esta ciudad que me permite libertad, que disfruta de mi autonomía, que me da cielos feos en invierno y caminatas largas y calmadas al lado del mar, seguí creciendo en esta ciudad de la que, dentro de poco, me voy para seguir creciendo, seguí creciendo en esta ciudad de la que no soy, pero de la que me gusta ser cada vez que visito la San Francisco de Asís, esta ciudad que no era mía, pero que ahora lo es, esta ciudad que relato como quiero, de la que escribo como sueño, esta ciudad de la que no soy, pero que ya es mía y lo será cada vez que así lo quiera. Algún día de este año, volveré a juntar las cosas que he juntado en mis otras 3 mudanzas, les sumaré algunas y me desharé de otras y, con menos miedos y más ganas en los bolsillos, me iré. Me iré a una ciudad que ya fue mía 3 veces, una ciudad de la que seré en cuanto termine de enamorarme de ella, una ciudad en la que seguiré creciendo paseando por parques que me encantan, viendo que las nubes que copian su belleza de las mías huancaínas se mezclan con las iglesias viejas y los balcones que tanto me gustan de esta Lima vieja en la que seguí creciendo, una ciudad en la que podré tener un río que no es el mío cerca para mirarlo mientras pienso o me invento nuevas historias que escribir, me iré a una ciudad donde, por fin, cumpliré mi sueño, donde seguiré creciendo empapándome de arte y tratando de ser arte yo, donde seguiré creciendo, al principio, acompañada y, luego, sola, donde seguiré creciendo para hacer teatro, donde seguiré creciendo prestándole mi cuerpo a personajes que solo existen en ciertos sueños locos para aprender de ellos y con ellos, seguiré creciendo en una ciudad más grande, seguiré creciendo en una ciudad de la que aún me queda mucho por descubrir y seguiré creciendo en una ciudad en la que no sé si me quedaré para siempre, de la que, seguro, escaparé las veces que tenga ganas  y en la que intentaré seguir siendo sola acompañándome de gente nueva y aprendiendo de gente vieja, me iré a una ciudad de la que no soy y, talvez, nunca sea, pero que ya siento mía, tanto que ya la imagino como quiero y dibujo en ella mis sueños como puedo. 
Talvez nunca sea de ningún lado y es que tampoco voy a algún lugar, pero espero siempre dejarme ser con el lugar, en el lugar, espero nunca creer que, por nacer o crecer en algún lado, le pertenezco y eso me obliga a quedarme, espero siempre ser libre de mis lazos y, por eso, disfrutarlos siempre. 

"No soy de aquí, ni soy de allá", soy de este instante. 

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