lunes, marzo 7

Rape abisal

En medio del caos, una luz. Cuando el cobrador llena el bus hasta que el último en subir cuelga peligrosamente del último escalón y, en un acto de valentía máximo, cual Superman del transporte público, cuya criptonita es la legalidad, lo abraza y toma en sus manos los marcos de las ventanas para no caer y evitar que todos caigan; cuando, en ese mismo bus, la señora asquienta que mira mal a todos se ofrece a llevar la mochila del chico que acaba de salir de su partido en sus piernas y la chica que está sentada detrás de ella se duerme sobre el hombro de la chica que, cansada, no se duerme para cuidar sus cosas y las de su, ahora, compañera de viaje. Qué momento de luz cuando, luego de haber repletado su bus más allá del límite, el chofer se detiene para que la viejita, que le grita a su nieto pero acaba de comprarle un par de chocolates al ex convicto que los vende para mantener a su hija, pueda terminar de cruzar la calle. Qué momento de sublime dulzura cuando nos detenemos por un instante para hacer algo por el otro y no por nosotros, cuando dejamos todo eso que hacemos "mal" para hacer una cosa "bien" solo porque sí, qué momento increíble y único cuando abrimos los ojos y nos permitimos ver al otro antes de vernos a nosotros mismos. Qué locura ver al otro y, en ese instante, verse a uno mismo.

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