miércoles, marzo 16

Historias incompletas I

Fer salió temprano del trabajo y decidió pasar por Mora para ir a caminar, a ella le sorprendió la idea espontánea de Fer, que siempre necesitaba tener el control porque siempre tenía miedo, pero la alegró, se puso su vestido favorito y salió. Abrió la puerta de su edificio y ahí estaba Fer, sonriente y mirándola con ojos que contagiaban luz, se acercó a él, se colgó de su cuello y lo abrazó fuerte antes de darle un beso. 
-¿a dónde vamos? 
-a caminar
-sí, pero ¿hacia dónde?
-no sé, el camino nos llevará 
Se rió de que Fer use una de esas frases trilladas, tomó su mano y empezó a caminar, le preguntó por su día y le dio un par de besos risueños mientras caminaban viendo al sol caer y las sombras raras que formaba al jugar con los viejos edificios cercanos. Mientras conversaban, un sonido distraía la atención de Mora, una melodía triste y hermosa, profunda y, así, no fue el camino el que los guió, sino la música; cuando llegaron al lugar de donde salía la música vieron al hombre que tocaba ese triste violín, un hombre flaco, alto, de unos 80 años, que usaba un sombrero y un traje impecables y negros, completamente negros. Mora no pudo evitar contemplarlo como una pieza de arte exquisita, todo, el hombre, el instante, las sombras del sol, la melodía del violín y los ágiles dedos del músico eran arte para ella. Lo contempló embelesada por lo que ella sintió como unos inolvidables 15 minutos, cuando, regresando a la realidad, sintió sus dedos entre otros dedos y recordó que era Fer, que estaba a su lado, volteó a mirarlo para encontrarlo, también, embelesado, pero, para él, la pieza de arte era otra: era ella viendo arte, era ella viviendo arte y perdiéndose en él, para él, parecía no haber arte más sublime que Mora viviendo y disfrutando. Cuando se dio cuenta, ya habían lágrimas corriendo por sus mejillas viéndolo tan increíblemente en paz, tan extasiado y feliz solo por verla a ella y él, al verlas, las secó con besos y un "gracias", que, en ese momento, Mora no entendió, pero hoy, después de algún tiempo, supo que lo que Fer le agradecía era ese momento de magia y de escape, de realidad sublime y bella, de un alto al miedo, de libertad. 

No hay comentarios: