jueves, marzo 17

Siempre olas

Finalmente, decidiste correr esa ola que siempre te pareció muy grande, que siempre te creó más miedo del que creías que podías manejar, finalmente, te atreves a esperarla de pie y de cara al mar, a esa ola que te causa pánico, finalmente, te crees lo suficientemente valiente como para afrontar el resultado de tu entrega a la ola. La ves, armándose fuerte, revoltosa y segura de sí, cada vez más cerca de ti, de tu fragilidad, de tu recién construida valentía, de tus brazos siempre torpes, de tus piernas que ahora ya no parecen tan ágiles y, cuando dejas de pensar para volver a verla, ya está casi sobre ti, atinas a agacharte un poco, pero ya es tarde, la ola ya se apropió de tus movimientos, de tu cuerpo frágil y despojado de decisión, te atreves a dejarte llevar esperando lo mejor, te raspas un poco, temes de nuevo, vives segundos de ese pánico que te bloquea y empiezas a pensar que ya no sabes cómo salir, que no estabas listo, que te equivocaste al atreverte, te desesperas y pataleas raspándote más y tragando más agua, de pronto, olvidas lo grande de la ola mientras recuerdas lo feliz que eres en el mar y cuánto te gusta flotar o ver el sol caer sobre él, abres los ojos y ves que la ola ya te liberó, que has vuelto a la orilla y el agua va y viene sobre ti, refrescando tus nuevas heridas, vuelves a sentirte seguro y en paz y vuelves a soñar con esa ola grande que siempre quisiste alcanzar.

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