De niños, soñábamos con ser superhéroes, veterinarios, doctores o profesores, soñábamos con llenarnos de cosas dulces, saltar hasta caer cansados, con jugar, con no parar de jugar, jugábamos a ser invencibles, sin importarnos que éramos mortales, vivíamos soñando el instante que vivíamos, vivíamos el día, el momento y eso era suficiente, cada día era, en realidad, un día nuevo, una aventura distinta, cada día era la vida entera y, así, vivir era mágico o era complicado, pero lo era solo por ese instante que era el que importaba. Hoy, de grandes, algunos sueñan con una casa, una familia, hijos, otros sueñan con escapar y algunos otros sueñan con no vivir, atrás quedaron nuestras ganas de disfrutar solo por vivir, lejos quedó nuestra comprensión tácita de la frase que tantos usan "carpe diem" y tan pocos entienden en realidad, ya no sabemos ser niños, desaprendimos a jugar, nos olvidamos de vivir.
Hoy, de grande, yo sueño con saber ser niña, sueño con vivir, sueño con saltar en la lluvia y caerme en el lodo, sueño con llorar por esa caída y, al rato, olvidar mi llanto y vivir el instante siguiente en su totalidad. Hoy, de grande, quiero apagar la luz y notar que al único monstruo debajo de mi cama al que debo temer es a mi yo que olvida ser niña, a mi yo que no se deja vivir. Hoy, de grande, vivo por los momentos que me hacen sentir que es fácil vivir y quiero vivir todos mis días como si todos fueran mis únicos para siempre.
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