martes, abril 26

Historias incompletas -VIII

Al otro lado de la ciudad, Mora lloraba sentada contra la puerta de su habitación, no se había calmado desde que le dio la carta a Matías para que se la diera a Fer. Ahora, sentía que nunca debió escribirla, porque mentía, porque no lo sacaba de su vida, ella se salía de la vida de él, porque a él había dejado de importarle -si es que en algún momento le importó-, pero nunca iba a sacarlo de su vida, porque lo sentía como parte de ella, porque lo quería en libertad, porque siempre iba a querer su bien, si en algún momento salía de su vida, no iba a ser porque se obligara a olvidarlo, iba a ser porque su ciclo había pasado. Ahora, quería llamar a Matías y pedirle que no le diera la carta, que olvide verla como la vio y que no le dijera que la había visto, lo extrañaba y le dolía extrañar a alguien a quien no le importaba y le dolía pensar que en esa carta le había vuelto a abrir su corazón a alguien a quien no le importaba irse de su vida, le dolía estar ahí, tirada, deshecha, llorando, sintiéndose sola, mientras él, seguramente, ni había leído la carta. 
-Mora, ¿estás bien?
La voz de Mica la sacó de su llanto
-Sí, estoy escribiendo-dijo tratando de controlar el llanto en su voz 
-Déjame entrar 
Y, sin saber bien por qué, Mora abrió la puerta 
Mica le abrió los brazos, la abrazó y se sentaron juntas en la cama
Mora no dijo nada, solo lloró y, como nunca, Mica no hizo preguntas y tampoco dijo nada, solo la abrazó y la contuvo. Luego, Mora se quedó dormida, Mica la abrigó y la dejó dormir sin saber que, en sus sueños, estaba viendo a Fer, estaba extrañando a Fer.

No hay comentarios: