martes, abril 5

ser solo

La belleza de permitirse la vulnerabilidad en todo su esplendor con alguien más, la libertad de, sin escogerlo, dejarse ser con ese alguien, la confianza de mostrar cada uno de sus lados, de desnudar todos sus miedos, de cantar todas sus alegrías, de llorar las cosas buenas y, también, las cosas malas, la felicidad de estar, de compartir, de vivir acompañándose. Y, luego, un día, el miedo, el pánico, el terror a que ese alguien decida ya no estar, decida ya no acompañar, decida ya no ser, el terror no a estar solos, sino, a ser solos, el terror a perder el piso, a que los miedos vuelvan a temblar, a que las lágrimas no encuentren abrigo, el miedo a ya no compartir, a volver a aprender a ser solo, pero, sobre todo, el pánico a ya no poder aprender a ser solo, a sentir que solo se puede ser del todo si es con ese alguien más, el terror a ya nunca ser. Y, luego, otro día, ver que todo se derrumba, cada parte de la vida se va cayendo poco a poco y ese alguien ya no está y esa mano se esfumó y temer, de nuevo, temer no poder, temer explotar, temer y, de pronto, algún día, creer para no colapsar, creer para dejarse ir, creer para explotar y volver a la libertad, creer en uno y en sus ganas, en sus miedos y en sus aciertos, creer para vivir, creer para, finalmente, poder ser. 


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